www.cubaencuentro.com Lunes, 10 de mayo de 2004

 
  Parte 1/2
 
Ser o no ser
O con Castro o con Bush. Secuestro y polarización de la vida política cubana.
por RAFAEL ROJAS, México D.F.
 

A un año del encarcelamiento de 75 opositores pacíficos y moderados parece inevitable admitir que en un país como Cuba, donde un régimen totalitario comunista se descompone lentamente, la política es una modalidad de la ontología. Los cuatro actores principales de la política cubana —el gobierno de Fidel Castro, la disidencia, el exilio y el gobierno de Estados Unidos— intentan afirmar su presencia en un campo de fuerzas que funciona bajo reglas autoritarias y excluyentes. Esta tensión hace de la política cubana una disputa por el ser, en la que, con frecuencia, actores que deberían actuar como aliados se anulan mutuamente o se empantanan en pleitos feroces por el liderazgo de una transición democrática que ni siquiera ha comenzado.

Fidel Castro
Castro: ¿Cómo parecer más víctima de EE UU?

De estos cuatro actores políticos, el gobierno cubano es el que demuestra un comportamiento más racional y unitario, debido al claro establecimiento de su máxima prioridad: preservarse inmutable hasta la muerte de Fidel Castro. La única excusa para no cambiar que tiene ese gobierno y que aún logra cierta credibilidad, sobre todo en América Latina, es la amenaza a la soberanía nacional que podría representar un proyecto de transición brusca a la democracia, impulsado militar o diplomáticamente por Estados Unidos y los sectores más intransigentes del exilio cubano.

De ahí que para afirmar su omnímoda presencia en la vida cubana, el gobierno de Fidel Castro necesite de contrarios, en Washington y Miami, que tan sólo expresen retóricamente el deseo de una destrucción violenta del régimen cubano. Toda vez que La Habana no puede decretar la inexistencia geográfica de Estados Unidos o del exilio, decide aprovecharlos simbólicamente como amenazas externas.

Los actores que no necesita y que, con mayor eficacia, se oponen al gobierno de Fidel Castro son la disidencia interna, partidaria de una transformación del régimen desde sus propias leyes e instituciones, y el exilio moderado, que rechaza el embargo comercial y cualquier otra medida punitiva. Contra estos actores (Oswaldo Payá y Vladimiro Roca, Elizardo Sánchez Santacruz y Manuel Cuesta Morúa, el Proyecto Varela y Todos Unidos, más casi todas las asociaciones intelectuales y políticas de la nueva diáspora cubana) el gobierno de Fidel Castro utiliza su poderosa maquinaria de represión y propaganda con el fin de reducirlos al no ser, a la nada política.

A unos, como Raúl Rivero y Martha Beatriz Roque, los encarcela; a otros, como Oswaldo Payá y Elizardo Sánchez Santacruz, los desacredita con campañas de prensa y libelos infamantes, y a otros más, como Carlos Alberto Montaner y Eloy Gutiérrez Menoyo, les impide celosamente cualquier contacto con la ciudadanía de la Isla, a pesar de que el segundo resida actualmente en un barrio de La Habana.

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