www.cubaencuentro.com Lunes, 10 de mayo de 2004

 
  Parte 1/7
 
El castrianismo
Desde los 12 'apóstoles' del Granma hasta las 'profecías' de las mesas redondas. La revolución cubana como doctrina, Castro como mesías.
por ENRIQUE PATTERSON, Miami
 

La ideología de la revolución cubana se está convirtiendo ya en tema de historiadores y filósofos, anuncio de que estamos —más allá de la existencia de un gobierno que se autoproclama "de la revolución"— ante un asunto terminado. La revolución, aquella que llevó al castrismo al poder y entusiasmó a la mayoría de la población, murió hace mucho tiempo, mucho antes de lo que se supone. Queda por ver si aún puede hablarse de su ideología como un valor autónomo y actuante o como la retórica de un poder que, si bien aún domina, ya no dirige.

Fidel Castro
Castro: ¿Mesías, Papa o dictador?

Resulta imprescindible comenzar por los conceptos básicos de ideología y revolución. En términos generales, definiría ideología como un sistema de valores éticos, sociales y políticos que además de orientar la acción de los distintos grupos de la sociedad y de ésta misma en su conjunto, actúa como referente valorativo de esas mismas acciones.

Por otro lado, una "Revolución" —con mayúscula— es el cambio radical tanto de los fundamentos socio-económicos de una sociedad como de su sistema político. Cuando se trata sólo de lo segundo, de acuerdo con el modo en que dicho cambio se realice, pudiera tratarse de una "revolución política" —a todas luces parcial— y, si se trata, además, de un cambio en las estructuras económico-sociales, estamos ante una "revolución social". Una revolución social que no se realiza desde una revolución política es un proceso histórico extremandamente largo que ocurre bajo la forma de la evolución.

Una revolución política que no conduce a una revolución social es un proceso que atañe a la reconstitución de los mecanismos del sistema político y a la sustitución de unas élites políticas por otras, en el caso de que ocurra al margen de los mecanismos que regulan el sistema político, lo cual incluye, aunque no necesariamente, el uso de la violencia.

Una revolución social introduce paulatinamente un cambio en la calidad de la civilización hasta el punto de alterar por completo el modo de vida, hacerla totalmente nueva, al margen de la voluntad de los sujetos individuales y sociales. No es de extrañar que ello introduzca, en determinado tiempo histórico, cambios significativos en el sistema político. Algo que ha ocurrido siempre en la historia de la humanidad.

Sin embargo, tales procesos son tan largos en el tiempo como inevitables y resultan en general exitosos; un ejemplo de ello es el caso de la civilización industrial capitalista a partir del surgimiento de la máquina de vapor, o la posmodernidad capitalista con su desarrollo exponencial de la ciencia y la tecnología. Por el contrario, cuando una revolución política trata de generar una revolución social —la rusa o la cubana— se genera el fracaso.

Todos contra Batista

Cabe preguntarse si la sociedad cubana de la década del cincuenta apoyó a un movimiento que trataba de adecentar las reglas del sitema político, restablecer el orden constitucional alterado por un golpe de Estado y hacer más justas las relaciones sociales en el marco de las normas jurídicas de la Constitución de 1940, o si, por el contrario, deseaba una revolución social impulsada violentamente desde arriba, que lanzara al país a la aventura de construir una "civilización" desconocida de la que, además, no existían fundamentos económicos, científicos y tecnológicos. Sólo desde ese marco me es posible  referirme a la ideología de la revolución cubana.

Creo que todos estamos de acuerdo en que la sociedad cubana de la década del cincuenta, dio su apoyo a lo primero y no a lo segundo. La revolución política que la mayoría de la sociedad cubana apoyó contra la dictadura de Fulgencio Batista, se basaba en una ideología democrático-nacionalista, tal como estaba plasmada en la Constitución de 1940.

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