Bien podría usarse el circo internacional de los últimos días para retratar a dos regímenes opuestos. En la maraña de declaraciones, insultos, revelaciones y bravatas se dibujan dos rostros. El primero, el de una democracia ineficaz, dirigida por la ineptitud y la precipitación. El segundo, el de una dictadura arcaica que entiende perfectamente cómo conducir a sus fieles e intimidar a sus adversarios.
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Ex embajador cubano en México, Jorge Bolaños. |
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El primero, la infante democracia mexicana, se ha exhibido una vez más en su incapacidad para coordinar instrumentos y objetivos; el segundo, la vieja tiranía unipersonal, encuera su encierro, su aislamiento de la razón que debe fundarse frente a la sospecha y lejos de la fe, su desfachatado empleo de las técnicas de un Estado carcelario. Ante nuestros ojos, dos regímenes desnudos.
El mexicano parte de una necesaria reelaboración del trato con la dictadura antillana y una congruente política de defender y promover los derechos humanos. La política, sin embargo, despegó sin una estrategia diplomática que acompañara el cambio. Todo indica que el compromiso mexicano con los derechos humanos en Cuba empezaba y terminaba con una votación en un organismo internacional.
Al tiempo que México votaba en Ginebra, soltaba la comunicación diplomática y el vínculo con los grupos que dentro de Cuba piden diálogo con la comunidad internacional. Una política consecuente en defensa de los derechos humanos no puede consistir exclusivamente en un gesto. Demandaba una estrategia que el gobierno mexicano no llegó nunca a construir.
México y Cuba: ¿Una nueva relación? |
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La respuesta cubana fue congruente con su tradición: la ofensa del comandante que se dedica a insultar a los gobiernos del mundo. México no es el único. Revisemos la historia reciente de las relaciones internacionales de la Isla. El pleito con Estados Unidos se renueva constantemente con el relevo frecuente de sus crisis bilaterales. ¿Conoce usted un jefe de Estado que dé un trato semejante a los gobernantes del mundo? Para el viejo dictador, los presidentes y primeros ministros que no lo respaldan son una banda de mafiosos, un club de lacayos, una escuela de mentirosos, una pandilla de canallas.
El combustible ideológico de aquel régimen depende de la inflamación de las enemistades extranjeras, de la construcción de un escenario de confrontación dramática con el imperio y sus vasallos. Lo hemos visto durante años. A la confrontación con Estados Unidos se suma regularmente el pleito con algún gobierno latinoamericano o europeo. Pero la costumbre retórica del dictador no tiene que ser aceptada como normalidad en el trato entre gobiernos. Es debido protestar ante una agresividad retórica que impide el asentamiento de una relación madura. ¿Debía México callarse ante el insulto más reciente? ¿Debía callarse porque el insulto anterior había sido mucho más grave? Creo que no. |