www.cubaencuentro.com Jueves, 02 de septiembre de 2004

 
  Parte 3/3
 
Necesidad de los conservadores
En la política isleña hay un nicho que ha estado vacío por más de sesenta años y que espera por algunos: ¿El Partido Conservador de la Nación Cubana?
por VICENTE ECHERRI, Nueva Jersey
 

Hay multitud de organizaciones "democráticas" y "revolucionarias", muchas de las cuales se esfuerzan incluso en ser continuadoras de movimientos u organizaciones —como el Directorio Revolucionario, o el 30 de Noviembre— que se crearon en los años de la lucha contra el régimen de Batista. Otras son más bien sociedades cívicas, cuyos programas coinciden con el repertorio de los derechos fundamentales que la democracia moderna garantiza y exige para funcionar (pero muchas veces carecen de un auténtico programa partidista, acaso porque estiman que, tal programa, podría verse como algo demasiado anticipado en la etapa por la que vive la sociedad cubana actual, con la dictadura todavía en el poder).

Hay otras agrupaciones o movimientos que se autotitulan de derechas —no conservadoras— y que han adoptado posiciones extremistas sin fundamentos ideológicos ni genuinos proyectos políticos. Desde un resentimiento comprensible frente a la destrucción casi completa de la sociedad cubana, se limitan las más de las veces a denunciar y condenar los desmanes del castrismo.

Han sobrevivido o han resurgido en este mosaico algunos partidos políticos, definidos con este nombre, que representan a algunas de las familias políticas más respetables del mundo, a saber: liberales, democratacristianos y socialdemócratas que han convergido en una plataforma de propósitos e intenciones, al menos en esta etapa de su existencia. Es de notar que un Partido Conservador es el único de los representantes de estas grandes familias que falta, con ese nombre, en esta concertación que ya tiene más de diez años.

Por otra parte, una organización que se proclama conservadora, y que, a veces opera como un partido, la Fundación Nacional Cubanoamericana, se acerca mucho más al neoconservadurismo norteamericano, del cual se nutre directamente, que a la tradición cubana o europea; neoconservadurismo que no es más que el liberalismo del siglo XIX con otro nombre, el cual postula que el mercado y sus leyes deben gozar de una irrestricta autonomía, que cree aún en el laissez faire y en la idea del progreso, y que aspira a reducir el Estado a su mínima expresión.

Necesidad de un nuevo partido

Yo creo, sin embargo, que hay lugar actualmente —en medio del desplome económico, político y moral de la vida cubana, cuando los signos de decrepitud del régimen van parejos al envilecimiento de la ciudadanía— para una instancia conservadora que se proponga rescatar el espíritu de dignidad, de decoro, de sobriedad, de responsabilidad pública, de compromiso de las clases cultas con un Estado fuerte que animó a nuestros patricios fundadores o inventores de la nación, y particularmente, al grupo de hombres ilustres que constituyó el Partido Conservador a principios de la república.

Un partido que crea, como religión, en la alianza natural entre fortuna, cultura e interés político, tal como fue en la génesis de nuestro proyecto nacional y a lo largo del XIX que es, sin duda, nuestro siglo más fecundo. Un partido defensor de la propiedad privada, que se atreva a reclamar abiertamente la legítima restitución de los bienes usurpados por la gestión totalitaria —sobre todo de la propiedad agraria e industrial— y a luchar porque no queden a merced de agiotistas y logreros internacionales en las subastas de los oportunistas. Ese partido está llamado a defender las libertades fundamentales, pero sin menoscabo del orden y la justicia de los cuales el Estado, como bienes públicos que son, ha de ser un celoso garante.

Tal organización, que a mí me gustaría llamar, por su evidente riqueza de sentido, Partido Conservador de la Nación Cubana, podría surgir ya y llegar a ser una parte, un segmento, nada despreciable, de nuestro espectro político. Un partido que se proponga contribuir —junto a todas las otras agrupaciones políticas existentes— a la recuperación de la democracia en Cuba ahora y a su permanencia y consolidación después.

Un partido que, al tiempo que cuente con el respaldo de la familia de partidos conservadores del mundo, encuentre simpatías y eco entre los cubanos: los que en el exilio tenemos más medios y libertades para expresarnos y trabajar, y los que, con gran valor y riesgos en nuestro querido país, pongan sus simpatías y esfuerzos al servicio de ese proyecto. En la política cubana hay un nicho que ha estado vacío por más de sesenta años y que espera por algunos de nosotros. ¿Por qué no?

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