www.cubaencuentro.com Lunes, 18 de octubre de 2004

 
  Parte 1/3
 
La telenovela chavista
El culebrón 'social' para encubrir la demagogia. ¿Un subproducto de la revolución cubana?
por IBSEN MARTíNEZ, Caracas
 

Durante años fui libretista de telenovelas. De aquella época recuerdo a uno de mis pares escribidores, un galeote peruano a quien la sorna de la gerencia general bautizó "la llama cuzqueña", no porque su escritura tuviese alguna fuerza o eficacia especialmente flamígera, sino por considerarlo una bestia de carga de la palabra escrita: era un estajanovista del libreto de cuarenta y cinco minutos de dramón. Continuamente nos lo ponían de ejemplo.

R. Chalbaud
Román Chalbaud, director de telenovelas: 'Chávez actuará en Amores de barrio adentro'.

El culebrón venezolano fue en sus orígenes, y en más de un sentido, un subproducto de la revolución cubana: a partir de 1959, muchos productores y libretistas de la fidelísima isla emigraron a mi país, donde, muy pronto, transformaron la hasta entonces provinciana y candorosa televisión local en un formidable medio de comunicación.

Uno de aquellos emigrados precursores logró sacar de Cuba un arcón de lleno de libretos de radionovelas que habían sido muy populares en los años cuarenta y cincuenta. El curador de aquellos infolios, hoy vicepresidente de espacios dramáticos de un canal de televisión caraqueño, los entrega desde entonces a sus escribidores con la instrucción de trasmutarlos en libretos de telenovela siguiendo un sencillo método de sustitución léxica: donde dice "guagua" debe decir "autobús", donde dice "malanga" debe decir "ocumo", donde dice "La Habana, Matanzas, Santiago de Cuba", debe decir "Caracas, Puerto Ordaz, Maracaibo", y donde dice "chévere" puede y debe decir "chévere".

En los años ochenta, el culebrón alcanzó a ser un importante rubro de exportación del sector privado en países como México, Venezuela y Colombia, pues la telenovela es, para muchos mercados televisivos, literalmente eso que los economistas llaman un "bien no transable". Existen páginas web que, en ruso, checo o polaco, y con fines de mercadeo, difunden sinopsis argumentales de los culebrones y fotos de sus protagonistas femeninas.

Ver un episodio de telenovela mexicana, colombiana o venezolana doblado al turco, al ruso o al bahasa —la lengua franca de Indonesia—, da mucho qué pensar sobre los márgenes de la globalización y las premisas del "altermundismo".

Se trata de un producto cuyo soporte electromagnético requiere de muy baja tecnología y cuyos viles contenidos están destinados a la señal del espectro más asequible a los pobres. Al menos en Venezuela, los canales de televisión que las producen no pagan derechos de autor al escribidor de culebrones, ni enfrentan sindicato alguno digno de ese nombre a la hora de imponer a técnicos y actores las más leoninas condiciones colectivas de trabajo.

Todo ello contribuye decididamente a la enorme rentabilidad de un género que lo mismo se presta para programar exitosamente un pequeño canal "chicano" en Amarillo, Texas, que a alimentar una televisora recién privatizada en Rumania.

¿Uso filantrópico del culebrón?

Los previsibles argumentos de "invariable invención" y las mostrencas actuaciones que caracterizan el culebrón le han ganado el interés de cierta industria académica estadounidense, tan ofuscada hoy día por los llamados "estudios culturales". Al influjo de pensadores de la postmodernidad se organizan, en los centros de estudios latinoamericanos de las universidades gringas, exhaustivos seminarios sobre, por ejemplo, "telenovela y violencia de género en la región andina".

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