www.cubaencuentro.com Lunes, 18 de octubre de 2004

 
  Parte 1/5
 
La desmemoria conveniente
¿Es ingenuo pensar que Cuba saldrá del castrismo sin un derramamiento de sangre?
por RAúL DOPICO, Miami
 

Desde la publicación en Cuba de mi poemario El delirio del otoño, mi poética es violenta, cáustica y sentenciosa (aún lo es hoy, después de 12 años de exilio), y busca la invención del lenguaje (éxito o fracaso aparte) desde la confrontación de la realidad (la nación, la política, la ideología, la economía y el Estado) con una visión personal, descarnada y egoísta de esa misma realidad (contraria al discurso político del castrismo en Cuba y a la tendencia de la globalización fuera de ella) y con la realidad de mi mundo (mi vida privada y la de mi familia), logrando, en ocasiones, una poética de la agresividad. Y ha sido así, porque con el delirio poético reinvento mi realidad y contengo la agresividad del sistema político.

Policia
Cuba, violencia contenida.

Viviendo en Cuba, durante mucho tiempo la contención bailó, en la cuerda floja, al borde del abismo, hasta que llegó al desbordamiento, cuando no pudo seguir sufriendo el desdoble moral al que invoca la represión, a través del silenciamiento de las ideas, y provocó una terrible disyuntiva: el destierro o el presidio.

Viviendo en el destierro, sigo reinventándome la realidad, para contener la agresión de una sociedad ajena y hostil (créditos, idioma, amigos convertidos en extraños, deudas, tráfico, impuestos, elecciones políticas, medios de comunicación, paranoia ciclónica, guerra contra el terrorismo, etc.) y el funcionamiento de un sistema político democrático, que me hiere con "excesos" (estando dentro de Cuba parecían mitos excéntricos) que tengo que ir asimilando (se es inocente hasta que se demuestre lo contrario, no a la discriminación por preferencia sexual, derecho a la propiedad privada, etc.); pero también para disfrutar de todas mis libertades, y dormir alimentado, calzado, vestido e, incluso, amado, y así lograr espantar el temor a caer en la celda (hueco) de la policía política del castrismo.

La misma celda-hueco en la que hoy se pudre el médico Oscar Elías Biscet. La misma celda-hueco en la que asesinaron a Pedro Luis Boitel. La misma celda-hueco que hace casi medio siglo no se ha vaciado nunca, convertida en la suite de la muerte en la que el poeta Raúl Rivero muere y canta: "He muerto/. Yo mismo, que tengo sed y estoy triste/ lo empiezo a comprender/. Y, que amo todavía y que me asombro y tengo miedo/ estoy aprendiendo a morir por decreto/. Lento, obediente, con discreción, sin un solo gesto de rabia/ comienzo a parecerme a mi cadáver".

Y me reinvento la realidad, porque soy un poeta cobarde (¿o un cobarde poeta?), que prefiero, como otro poeta grande llamado Manuel, morirme de distancia, para seguirme quejando de mi dolor callado e infecundo, sin saber, como supo Martí, cumplir con el deber de cada día.

La maldita circunstancia

Viviendo en el destierro, con la Isla a cuestas, entiendo, con mayor lucidez, que la sociedad cubana actual malvive, parafraseando a Virgilio Piñera, con la maldita circunstancia de la violencia por todas partes, porque cuando uno vive dentro de la Isla, no logra comprenderlo a cabalidad, debido a que está casi mimetizado con la violencia. Una violencia que persigue a la sociedad cuando está en la cola del pan, ve la televisión, lee un periódico o cuando duda si el amante la dejará para casarse con un extranjero que la saque del infierno.

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