www.cubaencuentro.com Viernes, 03 de diciembre de 2004

 
  Parte 1/2
 
La batalla por los brindis
Europa, los disidentes y las fiestas en las embajadas: ¿Se impondrá la 'realpolitik'?
por MANUEL CUESTA MORúA, La Habana
 

Una batalla política se actualiza por estos días en La Habana: la de quién brinda en las recepciones que con corta periodicidad se realizan en las residencias de muchas de las embajadas de la Unión Europea.

M. Martinez
Eurodiputado socialista Miguel A. Martínez: 'Europa debe cambiar su Posición Común hacia Cuba'.

El gobierno cubano quiere brindar solo. No resiste la compañía de una noche, durante un par de horas, de algunos disidentes de la Isla. A estos últimos, a la mayoría, no les importa con quien brindan. Si son funcionarios del gobierno, deportistas de la élite, intelectuales de peso o artistas de la farándula. A los que invitan sí les importa religar a todos. Sería todo un éxito diplomático lograr que adversarios compartan, en el escenario cool y sombreado de las recepciones. La Embajada de Portugal casi se lleva las palmas tras el encuentro involuntario entre algunas disidentes, esposas de prisioneros políticos, y uno de los hijos de Fidel Castro.

Y esta batalla parece estar llegando a su fin. Como uno de los convidados no acepta el juego, se resiste a comparecer y se niega a negociar, los anfitriones están pensando seriamente si prolongar una gresca que no está trayendo resultados prácticos para nadie.

Lo que era de prever. Los enemigos no beben juntos ni en los cócteles ni en las borracheras. La idea de que gobierno y oposición son adversarios es todo un wishful thinking de nosotros y los europeos. Eso está bien, pero hay un largo camino que recorrer para que semejante idea —impresentable en junio de 2003 cuando Italia debutó— se convierta en un dream coming true.

Por otra parte, la súbita aparición disidente en los jardines de las bellas residencias diplomáticas respondió a la lógica de actio-reactio y no al in crescendo político de relaciones y escenarios que se consolidan. Casi pareció una operación de rescate en medio de una caída abismal por la represión política contra la oposición. Operación que sustituyó de pronto las ropas raídas con los golpes, por la guayabera y el vestido de lino.

Regresar a nuestro punto de origen es, pues, una especie de reajuste al límite en las dimensiones reales de la escena política en Cuba. Por lo que una respuesta asimétrica como aquella destruye lo estratégico en lo coyuntural. Una vez pasada la coyuntura, la realpolitik obliga a volver atrás.

A la larga no estamos muertos, pero no fue inteligente invitarnos a las fiestas nacionales como castigo al malo. Siempre tuve la sospecha de que un día cualquiera de las celebraciones nacionales europeas, la liebre saltaría. Una decisión tan importante debió seguir la lógica incremental por la que los procesos pasan a una nueva cualidad casi desprevenidamente.

Que España lidere la rectificación es lógico y cómodo. España es la puerta de entrada y salida en la doble vía Europa-América Latina. Puede así tomar decisiones de impacto que de seguro tendrán incidencia en el cambio general de la postura europea, con las debidas excepciones del caso.

Bélgica, por ejemplo, no invitó a ningún disidente a sus celebraciones nacionales y no hubo griterío en la prensa ni correcorre diplomático. Al mismo tiempo, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) no está comprometido con una decisión que prevaleció, en parte, por el empuje de su predecesor y adversario en las urnas: el Partido Popular, que lideraba el ex presidente Aznar. Puede, por tanto, proponer unos cambios dentro de una posición políticamente vinculante, siendo como es una posición comunitaria, pero que necesita de reflexión.

Es la necesidad de reflexionar sobre la Posición Común lo que hace temblar el escenario simbólico y acogedor de las fiestas nacionales. Si, por ejemplo, la Unión Europea hubiera simplemente congelado sus relaciones con el gobierno cubano, después de una clara y firme condena a éste por la represión de marzo de 2003, sin imponer algún tipo de sanción, y dos o tres meses más tarde hubiera decidido, previa declaración, elevar el reconocimiento a la disidencia cubana, esta decisión habría aparecido en toda su frialdad, tomada a la distancia como un paso estratégico difícil de revertir.

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