www.cubaencuentro.com Viernes, 03 de diciembre de 2004

 
  Parte 1/3
 
Tras el cambio
Apuntes para una conversación imprescindible: ¿Qué deben hacer los artistas y escritores antes de que ocurra el deceso del régimen?
por JOSé PRATS SARIOL, México D.F.
 

Havel lo aconsejó en Praga. Debemos —cada uno en su sector— pensar en cómo será la transición, qué haremos para favorecer de manera menos traumática los imprescindibles cambios. La reciente rotura-premonición de Castro en Santa Clara y el desesperado diezmo al dólar nos alertan a no postergar las reflexiones. Escudarnos tras la certeza de que nada podrá ser peor, sería un acto de pereza. Desidia importada de los escombros revolucionarios.

V. Havel
Ex presidente checo Havel: prever la Cuba libre.

Parece sensato —a partir de la propuesta Consenso Cubano— ofrecer una muy breve síntesis de un punto de vista que se sabe ángulo, que exige cotejo, discusión fraterna. Aunque he revisado la escasa y controvertida bibliografía existente y conozco muchas opiniones dentro y fuera de Cuba, sólo un debate democrático propiciará actuar con eficiencia, honradez incluida como inexcusable premisa crítica.

En lo espiritual, el encabezamiento será la ausencia de miedo. Acostumbrarse a un progresivo Estado de derecho como realización cotidiana, institucional. Cada inobservancia de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre será condena pública, aunque exigirá romper la inercia, los sutiles mecanismos mentales de autocensura.

Lo demás ya lo sufrimos: la equidad es una entelequia, demagogia populachera, chatarra del comunismo en la granja castrista donde "algunos son más iguales que otros". Pero el rizoma, el tallo horizontal y subterráneo que nos ha convertido en anomalía, no desaparecerá por truco de magos, mucho menos extranjeros, con la salida del sol, del verdadero "sol del mundo moral".

Quizás nuestro sector artístico sea uno de los menos complicados. La paradoja es que la mayoría de los artistas y escritores —los jóvenes mucho más— saben cómo es el mundo globalizado, contaminado, entre terroristas y brutales contrastes. Y que no hay otro. Y que sus ventajas exceden a las utopías diabólicas de estirpe hegeliana. Tan sencillo, aunque surgirán otros desplazamientos de culpas y nuevas máscaras de la autolástima, especialmente entre mediocres y haraganes.

Propósitos para mañana

La competencia será legal, democrática, con más ideas y menos dogmas anquilosados. Dura, por supuesto, y más en un país que emerge del desastre. La única puerta no será la estatal. Organizaciones no gubernamentales —pero de verdad—, fundaciones internacionales y religiosas, agencias y promotores privados en sectores rentables, como la música popular y la pintura, evaluarán y concederán. Enseguida se tomará conciencia de cómo actuar. Sólo las sabandijas tendrán algo que temer, porque ni siquiera valdrá la pena perder tiempo en ajustarles el debe y el magro haber.

La premisa es huir de la mala memoria para no cometer —disfrazados— los mismos errores del virus político totalitario y de la bacteria del resentimiento. Como es obvio, nadie tendrá suficiente poder para imponer su criterio y ejercer la represión. El estallido de la estructura piramidal de dirección ablandará a los minicastrillos —estén en el ballet o en la Habana Vieja…— para que se llamen al nuevo orden conversacional.

Los oportunistas al viejo estilo languidecerán de inmediato porque sencillamente no habrá oportunidades para escalar sobre la base de los conocidos méritos exógenos, aunque surgirán otros valores vinculados al mercado y la publicidad inducida. Sin milagros ajenos a la condición humana, ellos sabrán a qué atenerse cuando exista una prensa libre, polemistas sin mordazas. La picaresca tropical tomará otros rumbos —claro está—, pero en la selva y no en el desierto actual.

Los escritores que hoy juegan con la cadena pero no con el mono —como admite el presidente de la Academia Cubana de la Lengua—, estarán menos angustiados. Lo que hoy es murmullo trémulo en casas marinas o ante deliciosos flanes de calabaza avileña, carecerá de importancia. Nadie se asustará por un chiste político ante el temor de que el teléfono esté tomado, como me ocurriera con un conocido poeta en octubre del año pasado. La atmósfera estará menos enrarecida, aunque chismes e insidias —eternas plagas— aderezarán otras harinas con cangrejos. Seres de montaña y de valle no temerán a los de pantanos y lodazales.

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