www.cubaencuentro.com Viernes, 03 de diciembre de 2004

 
  Parte 1/2
 
Miami es azul; Ohio, rojo
Bush salió electo porque el voto en Norteamérica es realmente moderno. No se votan doctrinas, ideologías o posiciones estéticas: se vota 'interés'.
por EMILIO ICHIKAWA MORíN, Nueva York
 

¡La tierra es azul!
(Yuri Gagarin)

¡Ohio is red!
(Chorus)

Tal y como afirmara el querido maestro Inmanuel Wallerstein, las elecciones presidenciales norteamericanas de 2004 han tenido un carácter global, extraterritorial: todo el mundo ha opinado y hasta votado simbólicamente por los candidatos en querella: George W. Bush y John Kerry.

EE UU
Bush y su gabinete: primer encuentro tras la reelección.

Existen países donde la política interior está subordinada a la  política exterior; en otros, como es el caso norteamericano, la política exterior es una prolongación (a veces un pretexto) de la política doméstica. En el caso de Cuba ocurre algo nuevamente singular: no existe política interior, aún más, no existe política en sentido estricto. De ahí que estos eventos sirvan para sacar conclusiones de cara al futuro.

Creo que es posible afirmar que las primeras elecciones presidenciales donde han participado los cubanos —en los últimos cincuenta y seis años—, son estas elecciones presidenciales del 2 de noviembre de 2004. De hecho, en Cuba se conoce más el perfil político de Ileana Ross Lehtinen ("la loba feroz"; apodo que, por cierto, satisface a la congresista) que el de Yadira García. Para resumir: lo que llamamos política internacional ha acabado siendo, en última instancia, un ajetreo de poderes e influencias que tiene su centro en Washington DC y su imaginario simbólico en New York City.

Ha ganado Bush. Ha triunfado convincente, limpiamente. Y esa victoria echa por tierra muchos de los supuestos con que sus adversarios han hecho propaganda en su contra. Lo que hace más interesante ese triunfo es precisamente todo lo negativo que Bush representa: no es un gran orador, ni es un pensador brillante, no es seductor y su risa gutural y entrecortada lo acerca a eso que solemos llamar "un pesa'o". Sin embargo, ese "pesa'o" de mala imagen ha ganado y sus rivales, en primer lugar John Kerry, le han saludado y prometido apoyo en su próximo período de gobierno.

El presidente perdió los tres debates. La gran prensa no dejó de cuestionarle. Dejemos a un lado los fanatismos antifanáticos y encaremos objetivamente esta pregunta: ¿por qué votaron a su favor? Buscamos ahora una explicación positiva; no nos ocupamos del voto en contra: queremos saber los motivos de quienes lo prefirieron. Debemos aspirar ya no a su reforma, sino a su comprensión. Es un ejercicio que debe ser individual, casi confesional.

Bush obtuvo el voto electoral y el popular; una confirmación de estos cuatro años en la Casa Blanca que excede la estimación ofrecida en las elecciones del año 2000. De nuevo: ¿por qué?

Tampoco es exacto que consideremos a Kerry un perdedor. Sólo perdió un día, acaso un instante del 2 de noviembre de 2004. Continuará su función como senador y desde su puesto podrá ser un protagonista de los destinos de la nación. Incluso, un protagonista más activo y consciente de lo que ha sido hasta ahora. Su discurso de aceptación de la victoria republicana ha despertado muchísimas simpatías, y ya se le consideran funciones internacionales en virtud de la honestidad política mostrada.

Infelizmente, el apoyo a Kerry fue también un pretexto para expresar algunos resentimientos. Se ganó la simpatía ocasional de personajes irónicos y oportunistas; mucha gente descargó su frustración maldiciendo al mundo a favor de los pobres de ese mismo mundo; deshonrando a los humildes en nombre de los humildes; defendiendo el medio ambiente mientras pisoteaban los jardines en manifestaciones crispadas. Y eso, mala suerte, impidió ver algunos de los buenos argumentos que tenían los objetores de Bush.

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