www.cubaencuentro.com Viernes, 03 de diciembre de 2004

 
  Parte 1/2
 
La noche que se jodió Estados Unidos
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

La noche del 2 de noviembre de 2004 se jodió Estados Unidos. O al menos la nación como se ha conocido en los últimos treinta y tantos años, tras la Guerra de Vietnam. No se trata sólo de que el país cambió luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Las razones para explicar el triunfo republicano son más profundas.

Mapa
Mapa de resultados: ¿mentalidad provinciana vs. cosmopolitismo?

Acaban de reventar las últimas costuras que quedaban para intentar mantener la unión de una sociedad que desde mucho antes daba muestras evidentes de resquebrajamiento. Culminó la larga etapa en que el Norte se impuso sobre el Sur e impuso una coherencia progresista, industrial y civilizadora a territorios disímiles. Se abre un nuevo período que puede desembocar en una guerra civil, el establecimiento de un Estado totalitario de corte fascista y el renacimiento de una izquierda radical.

Es posible que estas tendencias extremas nunca se materialicen, pero se ha ampliado la puerta que podría darles salida. A las puertas de la reelección de Bush, es el estilo político del Sur —con su carga de ignorancia y atraso, de la que no ha podido desprenderse pese al avance económico norteamericano— el que ha logrado imponerse como fuerza predominante para regir los destinos de la única superpotencia del planeta.

Basta contemplar un mapa de Estados Unidos para comprobar que el territorio está definido por líneas ideológicas que se han convertido en verdaderas fronteras. Al centro y al sur geográficos domina una mentalidad provinciana, aislacionista por principio, apegada al fanatismo religioso y hostil hacia la inteligencia.

A lo largo de la costa oeste y al otro extremo —en la costa noreste— impera el cosmopolitismo, la tolerancia sexual y religiosa y el culto al conocimiento. Es un contorno delineado a brochazos, pero no carente de valor práctico a la hora de juzgar los resultados electorales del 2 de noviembre.

Lo primero que ha quedado demostrado es que los ocho años de gobierno del ex presidente Bill Clinton fueron un paréntesis, logrado por el carisma y la habilidad de un político astuto. La elección que demostró la verdadera tendencia nacional no llevó un nuevo mandatario a la Casa Blanca, sino a una serie de legisladores al Congreso, y ocurrió en 1994, con el dominio republicano de ambas cámaras. Desde entonces nada ha sido igual. Hoy el Partido Republicano cuenta con una cifra de gobernadores estatales, senadores y representantes federales, apenas imaginados hace cuarenta años.

Control absoluto

¿Qué significa que los republicanos mantengan el control ampliado del Congreso, al tiempo que es casi segura la reelección del presidente George W. Bush? Pues que en los próximos meses y años serán nominados por el mandatario —y confirmados en el Capitolio— un gran número de magistrados que convertirán la Corte Suprema y las cortes estatales en organismos judiciales conservadores, que revertirán fallos y leyes en favor de los derechos de la mujer, las minorías raciales, los empleados y la protección ambiental.

Las reducciones fiscales que benefician a las corporaciones y ciudadanos de elevados ingresos se harán permanentes, ampliándose en muchos casos. Los servicios sociales se reducirán como una justificación para reducir el déficit. La política inmigratoria será más estricta. Los programas de Bienestar Social serán privatizados en gran parte y la Asistencia Social limitada al máximo.

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