www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 2/2
 
Tres fantasías y una realidad
Visiones sobre el cambio democrático: ¿Es la política cubana una modalidad de la ficción?
por RAFAEL ROJAS, México D.F.
 

Otras ilusiones

La segunda fantasía, la exiliada, se aleja menos de la realidad y hasta podría ser un desenlace posible. Pero es difícil imaginarse al pueblo cubano, como a cualquier otro pueblo latinoamericano, saliendo a las calles a manifestarse contra el gobierno de Fidel Castro. Cuesta trabajo, también, vislumbrar un golpe de Estado, un magnicidio o una insurrección, aunque no un colapso migratorio que podría ser asumido como amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos, sobre todo, en la era de la guerra preventiva, iniciada por la administración Bush.

La oposición cubana, casi todas las organizaciones del exilio y el propio gobierno de Estados Unidos se han pronunciado, desde hace quince años por lo menos, contra cualquier solución violenta. Sin embargo, en una franja de la opinión pública del exilio, especialmente en Miami y en Europa, predomina ese culto a la rudeza, esa guapería típica de las derechas autoritarias, ese machismo anticastrista, que parece más obsesionado con la existencia de voces racionales y moderadas que con la propia permanencia de Castro en el poder.

Ese machismo retórico explica que, aun conscientes de que ni siquiera el gobierno de George W. Bush desea invadir Cuba, algunos exiliados cubanos sigan cultivando la fantasía de la "caída del tirano".

Finalmente, la fantasía opositora, aquella que le apuesta a una transacción que viabilice el cambio democrático, no es, por el momento, más que un buen deseo. Desde 1989, el gobierno de Fidel Castro ha demostrado reiteradamente que su prioridad es la preservación del régimen y que cualquier paso en favor de un mínimo reparto del poder es, a los ojos de su intransigencia, una claudicación o un suicidio. La fantasía opositora tiene en su contra la inagotable soberbia de un artefacto totalitario, concebido para reconstruir perpetuamente su legitimidad y para hacer de la negociación y el acuerdo verdaderos desafíos a una insaciable voluntad de dominio.

Bajo esas tres fantasías políticas transcurre la realidad social de la Isla. En Cuba la política se ha convertido en una esfera ficticia, cuyas posibilidades se resuelven, con cierta autonomía, más allá o más acá de la vida cotidiana y el comportamiento civil. Mientras la política cubana se consolida como una modalidad de la ficción, la sociedad cubana, en la Isla y en el exilio, asimila fuertes contenidos reales: miseria, separación, desigualdad, frustración, intransigencia, mezquindad, simulación, oportunismo, desmemoria, represión, escamoteo.

Lamentablemente, es ahí, en la precariedad moral de la política cubana, donde se decide la calidad de cualquier democracia futura.

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