www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 3/3
 
Sin libertad no hay país
¿Qué sentido tiene impedir que los cubanos remedien la pobreza con sus propias fuerzas, cuando el sector estatal es incapaz de hacerlo?
por ROBERTO LOZANO, Miami
 

Mientras tanto, los economistas y periodistas independientes que escriben sobre la verdadera realidad productiva del país, van a la cárcel. ¿No es increíble que en Cuba se vaya a la prisión por sólo describir la realidad?

Es innegable que la vida diaria del cubano ha devenido una pesadilla. No existe siquiera un solo sector de la economía, desde el transporte y la producción de energía, hasta la educación y la salud pública, donde el público en general no esté descontento con los métodos, y exhausto por grandiosos resultados que inexplicablemente después de cuatro décadas, no mejoran la vida diaria.

¿Cómo es posible que se continúe limitando entonces el derecho del empresario nacional a ganarse la vida y a emplear a otros cubanos, cuando el mismo Estado no resuelve los problemas básicos?

¿Cómo explicar el caos permanente del transporte público, el apiñamiento constante en los "camellos" y la irritante irregularidad del servicio, o la permanente libreta de desabastecimiento?

Necesidad de un contrapeso

Por donde quiera que se escudriñe, se encontrarán las señales de la mala administración, la corrupción, la ineficiencia, la baja productividad, etc. En fin, el desastre generalizado. Y preguntamos: ¿Quién es el culpable si no el gobierno? ¿Es que no cuentan los hechos reales, sólo el discurso enfermizo del poder? ¿Cómo puede justificarse, por ejemplo, que se sigan dedicando tantos recursos a la preparación militar contra una invasión armada improbable, cuando al mismo tiempo la sociedad entera sucumbe ante el peso abrumador de tanta burocracia, ineptitud y soberbia?

Lo que la sociedad cubana necesita es que se corten las amarras totalitarias que impiden nuestra regeneración; que nos movamos en dirección contraria a la centralización; y que restauremos el espacio vital necesario para que la sociedad civil piense y actúe con independencia. Necesitamos un contrapeso al poder desmedido del gobierno para restaurar el equilibrio. Necesitamos que se abran espacios para que el cubano pueda ser propietario y empresario en su propio país.

En vista de los pésimos resultados de su gestión gubernamental, después de tantas rectificaciones infructuosas, del descontento generalizado, de la permanencia de lo aparentemente insoluble, el tirano totalitario cubano debería oír a la oposición interna y externa, y a la opinión pública internacional, y someterse de una vez al tamiz de las urnas.

En vez de dedicar tanta energía y tiempo a seguir improvisando "victorias" (que sólo sirven para irritar aún más al cubano de a pie), el dictador debería liberar de inmediato a todos los valientes disidentes presos y comenzar una verdadera reforma política para poder, en un ambiente de libertad, entre todos los cubanos, resolver los problemas acuciantes del país.

La inmensa mayoría de los hombres no son inherentemente buenos ni malos, al contrario, se comportan de acuerdo con un sistema estructural de premios y penalidades. No queremos venganza, lo que queremos es que cambie la estructura política y económica del país. Los cubanos necesitamos que se afloje la cuerda totalitaria que nos ahoga y que se nos devuelvan las libertades confiscadas, antes de que no nos quede más camino que la rebelión abierta y generalizada.

Es conocido que el dictador no quiere cambios, que sólo desea perpetuarse en el poder hasta su muerte, que ha dicho que no es asunto suyo lo que pase después. Sin embargo, su terquedad conduce al país entero, incluso a la propia nomenclatura, por un callejón sin salida.

Sabemos muy bien que no es probable que el tirano totalitario ponga a un lado su infinito ego y responda en beneficio del bien común. Fidel Castro habla mucho, pero no escucha. De todas formas, es nuestro deber recordarle que, de no hacerlo, aumenta exponencialmente las probabilidades de que la sociedad continúe acumulando presión (mucho más ahora, que otro éxodo masivo es prácticamente imposible), haciendo casi inevitable que estalle la caldera. ¿Cuál será el costo social de esta última intransigencia?

La tiranía de Castro no puede continuar siendo el único totalitarismo que sobrevive en Occidente, sin sufrir el repudio diario y generalizado de las democracias. Pero también es hora de que el pueblo cubano pierda el miedo, demande libertad y apoye con más vigor a la disidencia interna y sus métodos de resistencia pacífica.

El momento ha llegado de decirle al tirano: "Fidel, nuestra casa ya no es tu casa… no te queremos, no te necesitamos".

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