Sobre el particular, el mismo editorial dice que "la experiencia también ha demostrado que con Fidel Castro el diálogo siempre puede terminar con un exabrupto. Las abortadas iniciativas de Carter en los ochenta y de Felipe González y Bill Clinton en los noventa han dado amplio testimonio de ello".

Pues hasta el momento no hay exabruptos contra Rodríguez Zapatero. Por el contrario, hay razones de peso para que el dictador de Cuba quiera mejorar, en vez de empeorar, sus relaciones con la UE.

En primer lugar, Castro no quiere perder la ventaja obtenida del enfrentamiento o de la discrepancia entre la UE y los Estados Unidos en la cuestión cubana. Esto le ha brindado importantes beneficios en el escenario mundial, además de haber sido el marco para un vital intercambio comercial entre su régimen y los países miembros de la UE. Estas ventajas juegan un papel considerable en la percepción del pueblo, los militares y los funcionarios del régimen. El actual distanciamiento de la UE o un aumento del mismo es un asunto de seria consideración estratégica para una dictadura que posiblemente entre en la fase más crítica en su relación con Washington en los próximos cuatro años.

En segundo lugar, el turismo es una industria muy sensible. En la medida que el alejamiento entre el castrismo y la UE aumente, el turismo hacia la Isla disminuirá. Esta situación probablemente conduciría también a una contracción del comercio entre Cuba y la UE. Igualmente, el comercio y los turistas canadienses podrían tomar otros rumbos. Las consecuencias políticas y económicas de esos acontecimientos son demasiado serias para no tenerse en cuenta.

Preguntar a los disidentes

Hay dos temas complementarios: 1) La reelección del presidente norteamericano ha dado inicio a un acercamiento entre Washington y las capitales europeas. Para el castrismo esto es peligroso y obviamente es mejor evitar un deterioro de sus relaciones con la UE. 2) No es un consuelo que Castro reciba 53.000 barriles diarios de petróleo de Venezuela, ya que no representan ni la tercera parte de las necesidades de la Isla. La economía continúa en retroceso aun con la ayuda del petróleo de Chávez. Por todo lo anteriormente expuesto, creer que el régimen de La Habana está contento y que se beneficia del aislamiento debido a la nueva firmeza de la UE, en realidad no tiene fundamento alguno. Lo que le conviene a la dictadura es un regreso a la política anterior de la UE.

(c) Al renunciar a la política de simbolismos imprácticos, como sugiere el editorial, pasa por alto la importancia que tiene para la democracia cubana un simbolismo como el que los disidentes (verdaderos y únicos representantes en la Isla, del pueblo y sus aspiraciones democráticas) asistan como invitados oficiales a las actividades que se celebran en las embajadas europeas en La Habana. Además, desconoce el serio golpe moral que representaría para la disidencia y, por consiguiente, para el pueblo cubano un cambio de tal medida. El rechazo a ese simbolismo sería una victoria del régimen por ser también una simbólica deslegitimación de la disidencia.

Tengo la seguridad de que de consultarse a los disidentes en prisión en cuanto al precio de su libertad propuesto por este editorial, la mayoría de ellos lo rechazaría. Insistirían en las denuncias contra el régimen y en que sus compañeros en La Habana sean los que asistan a los actos oficiales de las embajadas como los verdaderos representantes del pueblo de Cuba, en lugar de los verdugos de la tiranía. Insistirían también en una mayor presión pública de parte de la UE.

Los simbólicos pronunciamientos de las democracias contra los dictadores son importantes actos de solidaridad con los pueblos sin libertad. Son moralmente inevitables a menos que, como en este caso, se interpongan intereses comerciales que subordinen la moral a las ganancias.