www.cubaencuentro.com Viernes, 25 de marzo de 2005

 
  Parte 1/3
 
Un diálogo sobre el Diálogo
Oportunidad para el cambio: Lo primero que hay que transformar es la naturaleza intolerante de la cultura nacional.
por JUAN ANTONIO BLANCO, Ottawa
 

Después de demasiadas experiencias fallidas, son muchos —dentro y fuera de Cuba— los que ya no creen posible involucrar seriamente al líder cubano en ningún proceso de diálogo. Frente a esa realidad parecieran quedar solamente dos caminos: continuar esperando su desaparición física (como muchos esperaron por la muerte de Franco) o acudir nuevamente a la violencia como partera del cambio.

F. Castro
El cambio que viene: ¿basta con el hecho biológico?

Pero nuevas voces vienen promoviendo una aparente tercera vía a ese dilema: el inicio de un diálogo nacional, abierto a todo el que desee sumarse a él sin esperar por la anuencia del Comandante en Jefe. Es de suma importancia que esta senda prospere. No en relación con esta o aquella propuesta de diálogo, por parte de una u otra organización, sino al Diálogo como método para asumir la corresponsabilidad por el futuro nacional.

Lo cierto es que en meses recientes se han multiplicado los llamados a la no violencia y a un "diálogo  nacional" entre las organizaciones cubanas que, desde la propia Isla o el extranjero, asumen un papel disidente u oposicionista al actual régimen en ese país.

Algunos demandan la exclusión, en cualquier diálogo, de ciertas personas, organizaciones o partes del actual conflicto; otros manifiestan que la autoexclusión es la única admisible.

El gobierno cubano, por su parte, afirma igualmente estar dispuesto a "dialogar" y para demostrarlo, de cuando en vez, selecciona y convoca a un conjunto de personas radicadas en el exterior a asistir a reuniones denominadas "La Nación y la Emigración". En estos eventos los funcionarios cubanos asumen la representación de "toda la nación" y son quienes definen la agenda, lista de participantes y sede de la reunión. También son quienes controlan los micrófonos y la lista de oradores. Según afirman sus organizadores, estos encuentros equivalen a un diálogo pluralista y su convocatoria, supuestamente, es muestra de la buena voluntad gubernamental en este campo.

En cualquier caso, resulta saludable la creciente necesidad política que van reconociendo de ser vistos, tanto por la comunidad internacional como por la población de la Isla, como actores abiertos al diálogo. Ello representa un paso de avance notable respecto a tiempos no muy lejanos en que se creía conveniente proyectar una imagen de intolerancia absoluta que, por aquel entonces, era percibida como virtud cívica en el contexto de la cultura política nacional.

Sin embargo, para poder avanzar de manera segura por esa senda se requiere instalar una comprensión compartida del significado que se atribuye al término "diálogo", de los requisitos que lo hacen posible, así como de las reglas de procedimiento que su práctica supone y de los objetivos que ese ejercicio persigue. De lo contrario, se corre el riesgo de que los llamados al diálogo sean percibidos —aun cuando no fuese esa la intención— como una estratagema mediática, por cualquiera de las partes, para proyectar una flexibilidad y disposición a identificar soluciones pactadas de las que en realidad se carece.

¿Qué es un diálogo?

Los "conflictos" son la expresión de un choque entre interpretaciones contradictorias y excluyentes de la realidad. Dichas interpretaciones incluyen el significado que atribuyen las partes a las acciones de los actores involucrados, las creencias que profesan respecto a lo que estiman son sus intereses y lo que creen imprescindible hacer para protegerlos o fomentarlos.

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