Que nadie se haga ilusiones. El incidente Granda es sólo la máscara circunstancial que oculta el rostro de un conflicto de dimensiones mayores que, a contracorriente de lo que nos pretenden convencer los gobiernos de Venezuela y Colombia, no es como en otras ocasiones —cuando ocurrió el incidente del Caldas en aguas del golfo de Venezuela— un conflicto bilateral.
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Presidentes Chávez y Uribe: ¿cerrará su encuentro la crisis entre Venezuela y Colombia? |
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Todo lo contrario. La saga de exabruptos éticos, jurídicos y diplomáticos que los tres gobiernos, el de Bush, el de Uribe y el de Chávez, han cometido en torno al caso Granda, es una evidencia de sus particulares empeños, que llegan a ser desesperos, por llevar a cabo las grandes tareas que cada uno se ha impuesto como misión mayor.
En el caso de Bush, el apoyo evidentemente preparado con antelación a los desplantes del gobierno colombiano, da cuenta de su autoritario y descomunal esfuerzo, sustentado en su poderío bélico y su arrogancia moral, para tratar de imponerle al mundo, porque sí, su particular manera de asumir la hegemonía internacional y sus códigos genéricos de lucha contra el terrorismo.
En el de Uribe, la ilícita operación que ha puesto en juego para apresar a Granda en terreno vecino, poniendo en riesgo las relaciones con Venezuela y violando normas elementales del derecho internacional, da cuenta de hasta dónde se ha hipotecado la soberanía nacional colombiana al optar por el camino de la derrota militar a la guerrilla, cosa que sólo puede hacer con la ayuda —lo que significa decir con la injerencia— de Estados Unidos en sus asuntos internos, convirtiéndose así en algo equivalente a sus portavoces en la región.
Y en el de Chávez, al haber internacionalizado el conflicto político venezolano apostando a jugársela —hasta donde el equilibrio internacional lo permita— en la ambigua relación de cooperación con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y en la abierta alianza con el gobierno autoritario de Cuba, da cuenta de su afán por liderar una cruzada internacional para exportar lo que entienden como un proyecto revolucionario, promovido bajo el signo ideológico del "bolivarianismo"; pero que en la práctica no es otra cosa que un intento de restauración maltrecha del desvencijado eje antiimperialista encabezado en América Latina por el gobierno de Fidel Castro, con conceptos y prácticas anacrónicas, por demás derrotadas en todo el mundo.
Ya no hay inocencia posible
Basta revisar con detalle las acciones que cada uno de ellos ha emprendido en los últimos tiempos para entender que en el mundo y en la región latinoamericana se está gestando una confrontación análoga, aunque no similar, a la que marcó las relaciones internacionales en los tiempos de la Guerra Fría cuando los polos eran Este contra Oeste, comunismo contra capitalismo.
Es lo que se percibe cuando se evalúa todo lo que se jugó, y aún se juega, el régimen de Bush en la aplastante, devastadora e hipócrita invasión a Irak, realizada en contra de la mayoría de la opinión internacional y de buena parte de las posturas internas que avistaban el engaño oculto en el pretexto de las obviamente inexistentes armas de destrucción masiva atribuidas al régimen de Sadam Husein. |