www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de abril de 2005

 
  Parte 1/2
 
Montecarlo en La Habana
Revaluación monetaria a dedo: pierden los futuros inversores, turistas, exportadores y los que reciben remesas del extranjero. Gana el de siempre.
por TOMáS G. MUñOZ, Marbella
 

Don Francisco Soberón, presidente del Banco Central de Cuba, es alguien bien fogueado en los entresijos de la banca internacional, donde es ampliamente conocido y respetado. Desgraciadamente, su capacidad le granjea enemigos en la Isla, que viven de espaldas a las realidades de este mundo.

La Habana
Economía cubana: retórica y un par de ollas con chocolatines.

Allí se comenta que el zar entrará próximamente en crisis como consecuencia de la campaña contra la corrupción desatada recientemente por el propio Fidel Castro. Sólo así se explica el memorando apócrifo que circula clandestinamente por todas las oficinas del gobierno cubano, donde se acusa a la esposa de Soberón de maniobrar para echar de Cuba a una firma extranjera importadora de perfumes europeos, con el objeto de beneficiarse ella y su familia, apoderándose del negocio.

¿Quién está detrás de esa maniobra para perjudicar a Soberón? Nadie lo sabe a ciencia cierta, pero quien escribió el informe conocía hasta detalles personales muy íntimos de la familia Soberón.

No obstante esa prueba de debilidad dentro de las intrigas burocráticas, el 24 de marzo, Soberón dio a conocer las razones que supuestamente explican la revaluación del 8% en el peso convertible, ampliamente explicada en el Acuerdo 15 del Comité de Política Monetaria del Banco Central de Cuba.

El otro mundo

Vale la pena dar un vistazo somero a cómo funcionan las devaluaciones o revaluaciones de las monedas en otros países, algo que no se hace caprichosamente, como en Cuba. En 1944, en los estertores de la Segunda Guerra Mundial, 44 naciones firmaron el Acuerdo de Bretton Woods, que, entre otros, creaba el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, y paridades fijas entre las principales monedas.

El Acuerdo claramente especificaba que los países debían consultarse mutuamente y consentir cambios monetarios que los podían afectar: sencillamente, si la inflación, desinversión, o problemas políticos restaban valor, por tanto, competitividad a una moneda, la devaluación le devolvía el nivel perdido. Lo contrario eventualmente aconteció con países como Japón y Alemania, cuya productividad los llevó a revaluar sus divisas.

Todo esto se produjo normalmente hasta que la guerra de Vietnam trajo enormes déficit fiscales y cambiarios a Estados Unidos —piedra angular de Bretton Woods—, y en agosto de 1971 eliminó la convertibilidad del dólar en oro a US$35 la onza, con lo que feneció el Acuerdo. A partir de entonces, las monedas comenzaron a fluctuar entre sí, sistema que aún continúa en vigor hoy día. Y aunque ello haya impartido mayor volatilidad a los mercados de cambio, el mundo ha sabido adaptarse.

Aquí toca intercalar el comentario de Castro sobre que "la revaluación del 8% era inédita en las economías latinoamericanas". Pero eso no es cierto. Entre enero de 2004 y febrero de 2005, el peso colombiano se revaluó en un ¡22,8%! Y, entre julio de 2002 y hoy, el peso argentino se apreció en un ¡32,8%! Ambas ocurridas, entre paréntesis, en economías libres y enraizadas en las fuerzas del mercado, no al dedo del Comandante. Y no busco más ejemplos, no sea que el que le dio el dato del 8% acabe en una granja.

El A-15

De entrada, el documento parte de una mentira: la de que en 1994 el peso convertible surge a la par con el dólar estadounidense, "considerando la tradicional paridad de la moneda cubana con relación al US$ y el carácter preponderante de esta moneda en la denominación de los precios de los bienes y servicios que son objeto del comercio exterior de Cuba".

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