www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de abril de 2005

 
   
 
Cabras al monte
Saramago, Galeano y Sabina hace dos años criticaron la represión contra opositores y periodistas y ahora piden 'que no se condene a Cuba'.
por MANUEL DíAZ MARTíNEZ, Canarias
 

Condenar a la dictadura castrista por pisotear las libertades y encarcelar o fusilar a quienes no piensan como el déspota no es una agresión a Cuba, sino un elemental acto de justicia, demándelo quien lo demande, sea Bush o la Dama de las Camelias. Lo que sí constituye una agresión a Cuba —a su pueblo— es espesarle el caldo a un dictador que durante casi medio siglo ha impuesto obscenamente su voluntad al país y lo ha arruinado.

J. Saramago
Saramago: ¿protagonista de la más espectacular vuelta al monte?

Como cada año por estas fechas, el caso de Cuba está aborrascando las sesiones de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU y su entorno. Como cada año, las azafatas de Castro —las oficiales y las oficiosas— se están moviendo —mienten, amenazan, cabildean, rubrican manifiestos—, dentro y fuera de la CDH, para que no sea condenada, por enésima vez, la más longeva dictadura de cuantas han atormentado a Latinoamérica. Y es posible que lo logren. Lo lograrán, sin duda, si la Unión Europea, demasiado atenta a sus nexos económicos con Cuba, consuma su rendición ante Castro no votando contra su régimen en la CDH.

Por la democrática Europa acaba de pasar el canciller de la dictadura, esa cosa parlante llamada Pérez Roque. Vino a pedir, a cambio de nada —dijo que en la granja del Comandante eso de liberar presos es asunto de los jueces—, que Europa no siga a EE UU en su política hacia Cuba. O sea, que deje en paz al sádico viejito granjero para que continúe haciendo con su rebaño lo que le plazca.

En Europa, el canciller de la dictadura a las cabañas bajó y a los palacios subió repitiendo que en Cuba no hay presos políticos, que los opositores son en realidad secuaces del imperialismo y que bajo el régimen revolucionario "no ha existido un solo caso de desaparición, tortura o ejecución extrapenal". (Esto último sí es verdad: no ha habido uno solo, sino muchos).

En tales embustes descansa un manifiesto titulado Detengamos una nueva maniobra contra Cuba,suscrito por escritores y artistas de no se sabe cuántas galaxias, pero —¿qué sorpresa, no?— echado a volar en La Habana desde la boca de un funcionario del gobierno.

¿Hasta aquí ha llegado?

Entre las firmas que titilan al pie del manifiesto, que es una gestión para que la CDH no condene a Castro por machacarnos a nosotros los cubanos, aparecen las de José Saramago, Eduardo Galeano y Joaquín Sabina. Decir que me sorprende sería mentir, pero yo esperaba que estas cabras demorasen más en volver al monte. Hace apenas dos años, los tres condenaron públicamente los fusilamientos y encarcelaciones masivas de opositores y periodistas ocurridos en Cuba en abril de 2003. Casi todos aquellos presos siguen presos, incluso ahora hay más. Y los fusilados, ¡ay!, los fusilados siguen muertos.

La más espectacular vuelta al monte es la de Saramago. Se bajó de la ensangrentada tartana de Castro tras los fusilamientos de la primavera negra ("Hasta aquí he llegado. Desde ahora en adelante Cuba seguirá su camino, yo me quedo", dijo en El País) y ahora se ha vuelto a subir. Ágilmente, a pesar de sus años.

Saramago, que hoy pide a la CDH que no condene a Castro y avala con su nombre la afirmación de que en Cuba el poder no mata ni tortura, en 1998, en Estocolmo, un día antes de recibir el Nobel —¿lo inquietaría el recuerdo del caso Borges?— reconoció que en Cuba había presos políticos y se torturaba: "Que hay tortura, de la policía cubana, sin duda; que hay presos políticos, sin duda; que hay un partido único, sin duda", respondió Saramago a un oyente que le reprochó haber respaldado a Castro en Oporto… (Los interesados en ampliar esta información pueden consultar un cable de la agencia española de noticias EFE emitido desde Lisboa el 9 de diciembre de 1998).

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