Con el respaldo de la Unión Europea a la propuesta de resolución sobre la situación en Cuba, promovida por Estados Unidos en la sesión 61 de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, la "diplomacia de los intocables" está nuevamente abocada a una condena: la decimoséptima desde 1988.

Canciller Pérez Roque, presentando la 'estrategia' de La Habana en Ginebra.

En los días próximos a la votación de la resolución, los representantes del gobierno cubano intensifican su prepotencia lacerante. Ya no sólo se concentran en los ataques o críticas verbales a Estados Unidos, y en todo el espectro de deficiencias o problemas que han estado buscando minuciosamente durante meses para mencionar aquí —en el escenario de la comisión más política de la ONU—, sino también en atacar a "todos aquellos que se atrevan a votar abiertamente en contra de Cuba".

Esa frase, soltada al azar por un experto cubano estratégicamente ubicado a la entrada de la sala XVII, donde sesiona la CDH, recostado a una de las barandas que trazan los caminos de acceso y salida al plenario, es como un símbolo de "que se preparen" los que condenen a La Habana.

La imagen tal vez parezca insignificante, pero la coincidencia en tiempo y lugar tiene su connotación, quizá porque este azaroso comentario fue hecho el mismo día que Washington dio a conocer que ya la Unión Europea había llegado a un acuerdo para respaldar el proyecto de resolución que se negocia sobre la situación de los derechos humanos en la Isla.

Un diplomático europeo me comentaba en días recientes que a partir de ahora hay que prepararse para enfrentar las ya habituales miradas duras, de odio, resentimiento, impotencia o quién sabe qué, con que te cruzan los delegados del régimen. Pero también para escuchar las frecuentes expresiones de "Caín, terroristas, lacayos, serviles, agentes del gobierno norteamericano", entre otros epítetos empleados por la diplomacia habanera, cuando países como República Checa, Costa Rica, Uruguay, Perú u Honduras, asumieron resoluciones sobre las graves violaciones en la Isla.

Los checos: la primera víctima

Esta misma semana, delegados cubanos se situaron a la entrada de la sala XXI, donde la representación checa —junto a otras organizaciones no gubernamentales como People in Need— había convocado a un panel para discutir sobre la situación de los derechos humanos en Cuba, tras la ola represiva de marzo de 2003.

¿El objetivo? El mismo de los últimos veinte años aquí. En esta ocasión, entregaron a todos los participantes una hojita suelta con diversas acusaciones, entre ellas, la de que el embajador checo ante Estados Unidos, el ex ministro de Relaciones Exteriores Martin Palaus, era un agente del gobierno estadounidense.

Y ahí estaban ya esas palabras tan diplomáticas y elegantes que emplean los delegados cubanos. "Tenemos que recordarles que el gobierno de la República Checa fue el primero que asumió el papel de lacayo del imperio, cuando introdujo en 1999 una resolución elaborada en Washington", y que la ONG checa People in Need servía a "los intereses de la Agencia Central de Inteligencia en Europa".

Estos dos ejemplos sirven para ilustrar la forma en que actúa esta diplomacia. Ofensiva a fondo para desviar la atención de lo que realmente ha estado sucediendo en Cuba durante más de cuatro décadas, y que ha sido ampliamente denunciado por la opinión pública mundial, tras lo que se ha dado en llamar la primavera negra de 2003. Que no por rara coincidencia se desató al mismo tiempo que comenzaban las sesiones de la reunión 59 de la CDH.