www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de abril de 2005

 
  Parte 1/5
 
El totalitarismo y la naturaleza humana: Cómo y por qué fracasó el comunismo (III)
por CARLOS ALBERTO MONTANER, Madrid
 

Durante buena parte de los siglos XIX y XX, psicólogos, sociólogos, filósofos y biólogos discutieron apasionadamente sobre la esencia de la naturaleza humana. El núcleo del debate era muy escueto: unos opinaban que, fundamentalmente, el hombre era el resultado de la influencia externa, mientras los otros se decantaban por explicarlo como consecuencia de factores genéticos.

Cartel
Culto a la personalidad: lo único dable a las personas en el marxismo.

Por un tiempo, un sector tal vez mayoritario del mundo académico, seguramente horrorizado por la experiencia del nazismo, negó con vehemencia que los seres humanos tuvieran instintos o tendencias innatas, y hasta se consideró "reaccionario" y "racista" suponer que la herencia y la biología jugaban un papel preponderante en la conducta de las personas.

No obstante, en la segunda mitad del siglo XX, con la concesión del Premio Nobel en 1973 al etólogo austro-alemán Konrad Lorenz por las investigaciones y reflexiones volcadas en su libro On Agression, en medio de un agrio debate académico que dura hasta nuestros días, se fortaleció una especie de neodarwinismo que tuvo otro hito fundamental en los postulados de los sociobiólogos, capitaneados por Edward O. Wilson desde la publicación de sus libros Sociobiology (1975) y On Human Nature (1978).

A partir de ese momento, fue creciendo exponencialmente el número y la importancia de quienes pensaban que los seres humanos, como todas las criaturas, estaban sujetos a las fuerzas de la evolución, lo que permitía explicar la conducta, los sentimientos y las actitudes como formas de adaptación a esa misteriosa urgencia de perpetuación de las especies que gobierna a todos los seres vivos.

A esa visión neodarwiniana, en general contrapuesta a la postura de los científicos sociales más cercanos al marxismo, también se le llamó "funcionalismo": la existencia de instituciones como el matrimonio y la familia, de creencias religiosas o de comportamientos agresivos frente a los extraños podían explicarse como estrategias innatas de supervivencia de nuestra especie, involuntariamente aprendidas y aprehendidas durante cientos de miles de años de constante evolución.

Las claves de la inviabilidad

Si aceptamos esta premisa teórica, y si convenimos en que la clave del éxito en cualquier sociedad es el capital humano de que se dispone, sus virtudes cívicas, la disposición que muestre para el trabajo y la coherencia y adecuación entre el sistema de convivencia y los rasgos psicológicos de quienes deben habitarlo, ¿qué elementos de los planteamientos marxistas y del modelo de organización comunista del Estado contradecían la naturaleza humana y afectaban negativamente a la sociedad y, por ende, al proceso de creación de riquezas? A mi juicio, varios, todos ellos vinculados a la psicología profunda de la especie, y, para facilitar su comprensión, creo que vale la pena consignar diez de los más importantes, aunque lo haga de manera esquemática:

1. El colectivismo y la represión al ego:

El más evidente de esos elementos contrarios a la naturaleza humana era la imposición violenta de diversas expresiones del colectivismo que negaban o reprimían la pulsión egoísta radicada en la psiquis de las personas sanas. El totalitarismo convertía el reclamo de prestigio y distinción personal —uno de los grandes motores de la acción humana— en una suerte de conducta antisocial castigada por las leyes y estigmatizada por la moral oficial, olvidando que las personas necesitan fortalecer su autoestima mediante el reconocimiento social basado en la singularidad de sus logros. Naturalmente, esa represión al egoísmo y a la búsqueda de reconocimientos iba acompañada por grotescas formas sustitutas del éxito, como las distinciones oficiales a los "héroes del trabajo" dentro de la tradición stajanovista; pero la artificialidad de este sistema de premios, generalmente entregados en ceremonias ridículas, inevitablemente vinculados a la docilidad bovina de los elegidos, acababa por perder cualquier tipo de prestigio social, vaciándolo totalmente de contenido emocional.

2. El altruismo universal abstracto contra el altruismo selectivo espontáneo:

El colectivismo exhibía, además, otra faceta inmensamente negativa: decretaba la obligatoriedad de una especie de altruismo universal abstracto —los obreros, la humanidad, el campo socialista—, mientras combatía el altruismo selectivo espontáneo, dirigido al círculo de las relaciones más íntimas, que es, realmente, el que moviliza los esfuerzos de los seres humanos. Al desaparecer la propiedad privada ya no era posible dotar a los hijos de elementos materiales que garantizaran su bienestar.

1. Inicio
2. Ese fuerte instinto...
3. De ahí las comunas...
4. Entre ellas, tal vez...
5. El éxito aplastante...
   
 
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