www.cubaencuentro.com Viernes, 22 de julio de 2005

 
  Parte 1/3
 
El precio de pactar con el Diablo
Desembarcaron en Cuba repletos de ilusiones y hoy se enfrentan a una realidad sin leyes: El derribo de los empresarios extranjeros en la Isla.
por EUGENIO YáñEZ, Miami
 

El gobierno cubano, amante infiel, está dando por terminadas las relaciones comerciales con diferentes empresarios extranjeros que pusieron su dinero en negocios con la Isla en la década de los noventa.

Cartel
Feria de negocios en La Habana.

Entonces, mientras las piedras del Muro de Berlín se dispersaban por el mundo como recuerdo de la Guerra Fría, y la Unión Soviética forcejeaba consigo misma para que su disolución no fuera catastrófica, el mastodonte totalitario estatal del Caribe parecía haber comenzado un proceso de fosilización inevitable.

Los subsidios al régimen cubano habían desaparecido de la noche a la mañana y la economía socializada, agudizado su declive permanente con las absurdas medidas del llamado "proceso de rectificación", que liquidó tibias reformas intentadas dentro de la ortodoxia, no podía ver la luz al final del túnel, y ni siquiera la luz.

Fidel Castro hablaba de biotecnología, turismo y potencia médica como clavos para agarrar la economía que se despeñaba, y prometía más de lo mismo, sin la menor intención de reformas o cambios económicos que flexibilizaran el sistema y lo hicieran, si no eficiente, al menos aceptable.

La posesión del dólar en manos de la población fue despenalizada; los trabajos por cuenta propia fueron permitidos dentro de un conjunto aplastante de restricciones burocráticas; los campesinos tuvieron menos presiones para comercializar privadamente una parte de sus productos; y las costas cubanas fueron abiertas: los policías en el Malecón habanero detenían el tráfico para que los balseros pudieran cruzar la calle con sus rústicas balsas al hombro.

Los gobernantes chinos dejaron de ser mandarines de Pekín; Hugo Chávez era sólo un presidiario cumpliendo condena por intento de golpe de Estado contra un gobierno democráticamente electo; en Angola se intentaba aprovechar económicamente lo que se pudiera rescatar de la aventura africana; las jineteras fueron proclamadas como las prostitutas más cultas y sanas del mundo; y una izquierda delirante y nostálgica se preguntaba si Castro los traicionaba o era una nueva estrategia frente al imperialismo.

Fue entonces que se desempolvó la Ley de Inversiones Extranjeras, aprobada algunos años antes, y se empezó a llamar al capital privado para participar en joint ventures que inyectaran dinero fresco a la moribunda economía cubana. Se hablaba de producciones cooperadas, contratos de administración y cuanta fórmula permitiera al Estado cubano recibir ingresos sin poner en peligro "los principios de la revolución".

Sobre este tema
La Habana 'racionaliza' la inversión extranjera y opta por las grandes empresas
Empresarios españoles en Cuba  (14 noviembre 2003)
Barcelona: Indianos (MANUEL PEREIRA) (14 noviembre 2003)

El cielo en la tierra

El aparato propagandístico fue desplegado en función de la "nueva" concepción cubana de las relaciones económicas: los odiados capitalistas extranjeros dejaron de ser vulgares explotadores de mano de obra y sudor ajenos, para aparecer como individuos realistas que veían en Cuba excelentes oportunidades de negocios. Además de poner su dinero en función de actividades económicas legítimas que enseñarían a los cubanos a ser rentables y obtener ganancias imprescindibles para mantener y desarrollar los logros de la revolución.

No faltaron "expertos" y "cubanólogos" para vislumbrar cambios y reformas en la política económica, y hasta identificaron a los "arquitectos" de la nueva economía. Hablaron de realismo, realpolitik, nuevos tiempos y aires de cambio. La economía de mercado imponiendo sus realidades ante el desastre estatalizado, y el inevitable camino que llevaba a la democracia y el Estado de derecho.

"Pequeños" detalles como el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate o la estrecha relación con las narcoguerrillas colombianas, fueron oportunamente obviados en los análisis al respecto.

Mercachifles y capitalistas llegaban diariamente a La Habana interesados en explorar la nueva Jauja y prometiendo dólares para insertarse en una maquinaria comercial que se diseñaba apresuradamente y como fuera. Los "compañeros" del Ministerio del Interior recibieron guayaberas nuevas y se convirtieron en funcionarios de "corporaciones privadas" que se creaban apresuradamente, inscritas en Andorra o Panamá, Santo Domingo o Liechtenstein, Curazao o Ciudad México, o simplemente en La Habana.

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