www.cubaencuentro.com Viernes, 26 de agosto de 2005

 
  Parte 1/2
 
Diálogo versus confrontación (II)
Ante la política de la Unión Europea de negociación con el gobierno cubano, se levanta el enfoque que sostiene la negación del régimen a dialogar y la tesis del doble fracaso.
por DIMAS CASTELLANOS, La Habana
 

El Consejo de la Unión Europea, en reunión celebrada en Bruselas el 13 de junio de 2005, reafirmó la vigencia y validez de la Posición Común adoptada en 1996: "El objetivo de la Unión Europea en sus relaciones con Cuba es alentar un proceso de transición a una democracia pluralista y al respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales, así como una recuperación sostenible y la mejora de las condiciones de vida del pueblo cubano".

Opositores
Opositores exigen frente a la Embajada de Francia la liberación de disidentes detenidos.

Con fines similares, pero con métodos diferentes a la política norteamericana, los países integrantes de la Unión Europea asumieron en 1996 y ratificaron en junio de este año la Posición Común basada en el diálogo crítico y la negociación para influir en la solución de un conflicto complejo determinado por el marco geopolítico en que se desarrolla, la debilidad de la sociedad civil y la posición inmovilista del gobierno cubano.

Esta política, al asumir una posición autónoma respecto a la estadounidense, coadyuva a desbloquear la situación, posibilita la emergencia de la sociedad civil como sujeto de los cambios y debilita los argumentos defensivos del régimen. Así, el diálogo crítico y la flexibilidad en la negociación tienen la ventaja de posibilitar a las partes contendientes resolver gradualmente las diferencias al menor costo posible para ellas y para la sociedad. Ante esa política los detractores del diálogo se levantan con dos argumentos principales: la negación del gobierno a dialogar y la tesis del doble fracaso.

Los que emplean el primer argumento olvidan que el diálogo no comienza ipso facto cuando una parte invita a la mesa de negociaciones, sino cuando esta tiene la voluntad y la persistencia suficiente para proponerlo y trabajar en el cambio de las condiciones que hagan del diálogo un deseo y una necesidad de la otra parte. Puede, incluso, que una de las partes acuda físicamente a la mesa pero que esté ausente en espíritu y voluntad. Ante eso la parte interesada tiene que tratar de infundir en la otra el espíritu de negociación.

En el diálogo, como arte de conciliar intereses, las partes siempre tienen que ceder en algo. El que se considera en posición ventajosa —el caso del gobierno cubano— nunca accede a los primeros llamados, pero una vez que se logran los primeros contactos, los contendientes tienen la oportunidad de intercambiar promesas y contraer compromisos formales como parte esencial del proceso y luego establecer las exigencias sobre su cumplimiento.

Todo ello hace del diálogo un proceso que comprende los esfuerzos previos a la negociación y, por lo tanto, requiere de la creación de climas de confianza, a la vez que obliga a la paciencia, la flexibilidad, la ponderación de la magnitud de las demandas y la gradualidad de las mismas.

Los que esgrimen la tesis del doble fracaso aseguran que la política de la Unión Europea tampoco ha arrojado resultados satisfactorios. El "tampoco" es un eufemismo para disimular el fracaso de su apuesta y justificar la continuidad confrontacional. Sin embargo, esta tesis deviene falsa al no tener en cuenta el factor tiempo, que constituye una particularidad importante del diálogo como proceso.

El tiempo transcurrido desde que se adoptó la Posición Común en un escenario tan complejo y enrarecido como el de Cuba es insuficiente para arrojar resultados definitivos. Mucho menos si la hegemonía ha estado de parte de la confrontación. No obstante, los pocos avances obtenidos van a la cuenta de los partidarios del diálogo crítico.

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