www.cubaencuentro.com Viernes, 26 de agosto de 2005

 
  Parte 1/4
 
¿Injerencia o ayuda?
Caleb McCarry, el coordinador para una transición en Cuba: Una decisión anticipada.
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

El nombramiento de Caleb McCarry como coordinador norteamericano para una transición democrática en Cuba ha sido celebrado por una parte del exilio de "línea dura" en Miami y rechazado por varios grupos disidentes en Cuba.

C. Rice
Condoleezza Rice, secretaria de Estado: 'Hoy ponemos en práctica una recomendación esencial de la Comisión con el objetivo de cimentar la piedra angular de nuestra estrategia'.

¿Estamos frente a un nuevo gesto del gobierno del presidente George W. Bush para congraciarse con los votantes cubanoamericanos del sur de la Florida?

La designación como un intento de crear la esperanza de que el cambio está a la vuelta de la esquina. Reducir a una oficina en Washington la realidad de lo que ocurre en la Isla. Sí, pero también ante un avance de la puesta en práctica de una relación hacia el régimen de La Habana, acorde con la estrategia desarrollada en Haití, Afganistán e Irak. Una política de cambio de régimen que mezcla el unilateralismo en el terreno internacional con la utilización selectiva de los opositores nacionales y una evaluación de la situación del país en cuestión que desprecia el pragmatismo en favor de un juicio ideológico sobre los factores y protagonistas, con el objetivo de imponer un modelo para la transición.

Es sintomático que la salida de Roger Noriega del Departamento de Estado coincida con la llegada de McCarry. ¿Una prueba de que el gobierno de Bush está dispuesto a tratar de forma diferente a Venezuela y a Cuba, o una razón más para pensar que el nuevo coordinador tendrá una función muy limitada? En todo caso, la salida de Noriega es mucho más importante —como un indicador de la política norteamericana— que la llegada de McCarry. En estos momentos, el presidente venezolano Hugo Chávez es un dolor de cabeza para Washington. Castro no. Incluso un dolor de cabeza mucho mayor en caso de que desapareciera el gobernante cubano.

El hombre

Tanto por su trayectoria profesional como por los intereses a los que responde, McCarry, de 43 años, es una persona ideal para influir o determinar una evolución en la Isla acorde con los dictados de Washington. Viajó y vivió en Centroamérica durante buena parte de la década de los años ochenta. Por trece años trabajó para el Centro para la Democracia, una organización no lucrativa. Comenzó como director de programas en 1984 y en 1991 fue nombrado vicepresidente de la institución para el Programa de las Américas, que estaba enfocado fundamentalmente hacia la América Central.

Residió en Guatemala tres años. En las elecciones celebradas en Nicaragua en 1990 —que llevaron al derrocamiento de los sandinistas—, presidió una misión de observadores. Pero su trayectoria no puede ser considerada como la de un "americano tranquilo" (¿lo fue en algún momento?).

Con anterioridad a 1990, en Nicaragua había sido denunciado como agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en una información de portada del periódico sandinista Barricada (McCarry niega la acusación, pero el artículo puso en peligro su vida). No fue esta la única ocasión en que hizo frente a una situación peligrosa en Centroamérica. Participó en una ronda de conversaciones con el ex presidente panameño Manuel Noriega (que en la actualidad cumple una condena vinculada al narcotráfico en una cárcel de Miami). Luego supo por un coronel guatemalteco que en Panamá querían matarlo.

Graduado en la Universidad de Massachussets, en Ambers, en 1983, con un título en literatura española, en 1997 McCarry comenzó a laborar como asesor del representante republicano por Nueva York, Benjamin Gilman, quien entonces dirigía el Comité de Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes.

En enero de 1998, cuando el Papa Juan Pablo II visitó Cuba, McCarry viajó a la Isla junto a Marc Thiessen y Roger Noriega —asesores del senador republicano por Carolina del Norte, Jesse Helms, y miembros del personal del Comité de Relaciones Exteriores del Senado. Entre el 21 y el 31 de ese mes se entrevistaron con disidentes y también con Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional.

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