www.cubaencuentro.com Martes, 29 de abril de 2003

 
  Parte 2/2
 
En masa combatiente
A lo largo de la Calle 8, la llamada 'Marcha de la Libertad con Dignidad' intentó reavivar una 'línea dura' ya en decadencia en la capital del exilio.
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

La imagen de varias calles de La Pequeña Habana cubiertas de manifestantes fue similar a la que aún ofrece la Plaza de la Revolución en Cuba y diferente a los actos de protesta cuando arrancaron a Elián de sus familiares en ese mismo barrio. Si en una protesta callejera la cámara persigue al individuo que quema un latón de basura o arroja piedras, aquí busca la panorámica o el detalle pintoresco: el padre que carga al niño que porta dos banderas, una cubana y otra norteamericana (al igual que en su momento otro fotógrafo captó a un campesino encaramado en una farola del capitolio cubano: allá lejos y hace tiempo). No se busca la individualidad porque marchas de este tipo no se hacen para mostrar a quien se manifiesta sino al que sigue al "líder", al que contempla desde abajo, perdido en la multitud, y se limita a aplaudir: a las masas y no al individuo. La marcha en Miami fue un acto de masas, igual a los que realiza el Comandante en Jefe.

Apenas dos horas luego de concluido el acto, ya los cables de prensa titulaban: "Cubanos de Miami marchan en favor de la guerra en Irak". La libertad de Cuba y el apoyo a la disidencia echados a un lado por el periodista, que escribe pensando en el lector europeo. La intención tergiversada del redactor de noticias justificada en parte por los mismos carteles de los manifestantes, que pedían al presidente norteamericano que terminara con Castro luego de acabar con Sadam Hussein. El reclamo denota ignorancia, impotencia y una fe ciega. A juzgar por carteles de este tipo, Castro tiene asegurado su futuro. "Si el tipo fuese Matusalén, se quedaba ahí los 900 años", me dijo un amigo.

No es que los organizadores del acto sean malos estrategas o tan tacaños que no acaben de decidirse a contratar los servicios de un asesor de imagen. ¿Es que no les preocupa la opinión mundial? ¿Hay que pensar que tampoco les interesa verdaderamente el fin del régimen? La realidad es que su objetivo no es estratégico. Sus fines son políticos, sólo que la política en su acepción inmediata de conservar el poder.

Afirmar que la "Marcha de la Libertad con Dignidad" fue similar a una concentración castrista no es una imagen justa, o al menos completa. Fue también un mitin político, muy al estilo de los que celebraban los "sargentos de barrio", los procuradores de votos. Sólo faltó que algún orador exclamara al terminar su arenga: "Que me toquen La Chambona". Una demostración de cierto sector del exilio. Un alarde de su poder de convocatoria para reunir votantes. Una forma de recordarle a la Casa Blanca que cuenta con varias decenas de votantes (sólo algún tergiversador de la información se atrevió a escribir que "centenares de miles de cubanos" desfilaron al sol) en el sur de la Florida. Pero tres o cinco decenas de miles de votantes no es una cifra despreciable para ningún político; mucho menos tras la última elección presidencial, decidida por un margen tan estrecho.

Falta por ver si de aquí a un año esos votos se mantendrán. El cubano de Miami siempre ha preferido ir a las urnas pensando en la ideología y no en la economía, salvo cuando los cheques del welfare están en la picota. Más allá del natural desgaste biológico que implica la avanzada edad de muchos de los que desfilaron, queda la incógnita de hasta cuándo la política norteamericana hacia Cuba continuará prisionera de una generación que lleva más de cuarenta años de exilio. Mientras tanto, aquí en Miami como en La Habana, se sigue confiando la suerte al reloj. Sólo cabe rezar porque Castro no resulte un nuevo Matusalén. Pero si en Cuba hay cada vez más disidentes que no quieren limitar su futuro a una ojeada diaria al calendario, ¿por qué en Miami no nos decidimos a imitarlos?

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