www.cubaencuentro.com Lunes, 16 de junio de 2003

 
  Parte 1/2
 
Los laberintos de la fe
A propósito de la represión: ¿Por qué la carta de Juan Pablo II a Fidel Castro pide 'gestos de clemencia' y no que la libertad se abra paso en la Isla?
por MICHEL SUáREZ, Valencia
 

Que Juan Pablo II haya pronunciado en Cuba discursos tan profundamente intelectuales —ininteligibles para el cubano de a pie—; que luego no reconociera abiertamente la inocuidad política de su visita, o que se confundiera con el "gesto" gubernamental de las monjas brigidinas y enviara un mensaje triunfalista, podría perdonársele. Lo que no puede condonársele a Su Santidad es que continúe
S. M. el Rey y S. S. Juan Pablo II
Juan Pablo II en Madrid. En segundo plano, el rey Juan Carlos.
confiando en Fidel Castro. Y hágase una salvedad: criticar algunas conductas del Papa de carne y hueso no es ni mucho menos una ofensa a Dios.

El segundo hombre del Vaticano, Cardenal Angelo Sodano, ha admitido que Juan Pablo II sigue "confiando en el presidente cubano Fidel Castro". Según el Secretario de Estado de la Santa Sede: "El Papa no se ha arrepentido de la confianza que dio a Fidel Castro y cree que el diálogo debe continuar para contribuir a la democratización del país". No explican las fuentes vaticanas cuál diálogo es el que debe continuar, pues, hasta donde se sabe, ninguno ha comenzado. Karol Wojtila —el sacerdote polaco que brindó su parroquia como sede de reunión a los opositores durante la represión comunista—, aún tolera inmerecidamente las veleidades del dictador caribeño con un lenguaje hiper-diplomático que, por momentos, parece hasta pedir permiso. Es decir, permiso para "lamentarse".

Dicho en buen cubano, Su Santidad se acordó hasta del médico chino en las celebraciones eucarísticas de Semana Santa. Iraquíes y palestinos tuvieron el privilegio de que sus problemas fueran reiterados ante la humanidad en la Plaza de San Pedro, desde el Domingo de Ramos hasta el de Resurrección. Pero en ninguna de las oraciones públicas el Obispo de Roma mencionó la tragedia del pueblo cubano, ni el sufrimiento de sus hijos por la represión castrista. Mientras madres y esposas de los encarcelados acudían día tras día a misa en la iglesia de Santa Rita (sede de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, COCC) para orar por los suyos, el Papa se limitaba a enviar una carta a Castro.

La epístola, al parecer, en principio pretendió ser secreta. La única explicación al enigma es la supuesta necesidad de Juan Pablo II de no propiciar confrontaciones públicas con el gobernante y, por consiguiente, no desmejorar las relaciones del Vaticano con La Habana. El objetivo del no enfrentamiento entre Estados también queda en el campo de la especulación, pues está demostrado que esa "excelente relación" no ha aportado nada positivo a la iglesia local, subyugada antes, durante y después de la visita papal.

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