"Por favor, llama a Frank Hernández Trujillo de mi parte", me pedía angustiada la voz que de forma familiar me interpelaba desde La Habana. "Frank, tú sabes de quién te hablo, el del GAD. Dile que me mande urgente 100 pastillas de Librium de 10 mg, que tengo los nervios de punta".

Odilia Collazo o la agente Tania.

La presidenta del Partido Pro Derechos Humanos había sufrido recientemente una isquemia, resultado —según ella— del disgusto sufrido en el almuerzo de despedida de Víctor Boqueró, un colega disidente que partía al exilio. Corría el mes de junio de 2002. "Y dile a Frank que me hace falta aspirinas de 325. Dice el médico que eso evita los ataques del corazón".

Durante muchos años, Odilia Collazo integró las filas de la oposición pacífica cubana, y se benefició de la ayuda humanitaria de los grupos de derechos humanos en el exterior. Esa ayuda incluía no sólo aspirinas y sustitutos capitalistas para el diazepan: incluyó también medicamentos para el catarro, antipiréticos, antidiarréicos, antiácidos, antiinflamatorios, supositorios para los vómitos, pastillas para la hipertensión, esfismómetros, eritromicina, cremas para la piel, para las hemorroides, para la sarna, crema antibiótica para las picadas, líquidos para los piojos, remedios para la circulación, gotas para los ojos, multivitamínicos, suplementos de hierro y vitamina C, emulsión de Scott, óvulos vaginales, íntimas, curitas, agua oxigenada y otros elementos de rigor en el botiquín de emergencia.

"¡Qué nos haríamos aquí si no fuera por la ayuda de ustedes! Esto está cada día peor".

La agente Tania —¡qué poca originalidad!—, ha dado fe de su orgullo revolucionario al saber que su misión fue bien cumplida. "Acabo de vivir el momento más sublime de mi vida, cuando la dirección de la Revolución me eligió junto a otro grupo de compañeros de la Seguridad para que testificara ante los Tribunales y desenmascaráramos las actividades subversivas de los elementos contrarrevolucionarios al servicio del imperio" (Mujeres Online, 5/5/03). Pobre Odilia Collazo, metida en el laberinto de la agente Tania, sin ideas o discurso propio, repitiendo los bocadillos del guión oficial.

No así la locuaz opositora con quien tantas mesas redondas de Radio Martí compartimos durante varios años, en las que arremetíamos inmisericordes contra la desatención del régimen a los asuntos fundamentales que atañen la vida de las cubanas, y señalábamos la flagrante exclusión de mujeres en la dirigencia del país. No así la vulnerable esposa y madre que nos dictaba por teléfono nombres y dosis de fármacos made in USA no sólo para ella, sino también para alguna vecina o colega activista, para alguna anciana del barrio víctima del apartheid médico, o de la desnutrición.