www.cubaencuentro.com Jueves, 31 de julio de 2003

 
  Parte 1/4
 
Rompiendo mitos y estereotipos
El exilio de Miami afronta los cambios en Cuba. ¿Quedó atrás la violencia?
por MARIFELI PéREZ-STABLE, Miami
 

El Miami cubano ya no es el de antes. Hoy alberga opiniones diversas respecto al embargo y un verdadero diálogo con La Habana. La metamorfosis en proceso lo está dotando de las características necesarias para que juegue un papel constructivo, si bien secundario, en la transición pendiente en Cuba.

Torre de la libertad
Torre de la Libertad, Miami: símbolo del exilio cubano.

A lo largo de los años noventa y, sobre todo, a partir de la crisis suscitada por Elián González en 2000, el Miami cubano se ha ido transformando por el creciente perfil de una opinión pública moderada, la moderación de organizaciones del exilio tradicional —como la Fundación Nacional Cubano-Americana— y la aparición de hombres de negocios y líderes cívicos con voz propia. La gran mayoría del exilio rechaza la violencia como medio de resistencia al régimen de Castro y reconoce el papel rector de la oposición en la Isla. Hoy, la diáspora ocupa la primera fila del compromiso constructivo con el pueblo de Cuba. El que una mayoría aún apoye al embargo y simpatice con el Partido Republicano es de menor importancia para una Cuba democrática que la distensión en marcha sobre la plaza pública cubana en Miami.

El exilio cubano no ha sido fácil. Cuando triunfó la revolución en 1959, casi todos los que poco después se fueron a EE UU la acogieron con la misma pasión que la gran mayoría de sus coterráneos. A medida que el gobierno revolucionario fue cerrando filas alrededor de una transformación social radical, una centralización del poder y un alineamiento con la ex Unión Soviética, cientos de miles de cubanos se pasaron a la oposición y actuaron acorde con la cultura política establecida desde el siglo XIX. Cuando de una dictadura se trataba había que alzarse contra el gobierno o partir al exilio para regresar con las armas en la mano. Esta vez, sin embargo, la cuestión era harto compleja. Si bien la revolución rápidamente acotó las libertades, su defensa de la soberanía nacional ante EE UU y de la justicia social para los humildes fue secundada de forma entusiasta por buena parte de la población. La oposición —la que se alzó y la que se fue— parecía enfrentarse a la voluntad popular, expresada en las plazas y en los campos a lo largo y ancho de la Isla. Además, su actuación más conocida —la invasión fallida de Bahía Cochinos, patrocinada por EE UU— le impuso la etiqueta de servidores del Imperio que, aún hoy, se esgrime para descalificar a un exilio, claramente en transición, y a la oposición pacífica surgida en la Isla desde mediados de los setenta.

Una mejor comprensión del exilio —tanto en sus orígenes como en su evolución hasta la fecha— es indispensable. Aunque el futuro de Cuba se decidirá en Cuba, la diáspora es parte integral, aunque secundaria, del mismo, tanto por los vínculos existentes en razón de las remesas, los viajes y las nuevas olas migratorias, como por el alto perfil que inevitablemente tendrán las relaciones con EE UU y el papel que seguirá jugando en éstas. La transición cubana implicará una revalorización de la oposición en la década de los sesenta y de los ideales que la impulsaron, al igual que un amplio reconocimiento del costo humano que pagó por defenderlos. Si bien la oposición más profunda surgió en Cuba, donde fue derrotada, encarcelada y fusilada, aún no ocupa el lugar que merece en la historiografía de la época. Una vez desarticulada la resistencia interna, el exilio emergió como la principal sede opositora al gobierno revolucionario. Sobre las dos vertientes pesó sobremanera la coincidencia con EE UU —aunque el exilio trabó lazos mucho más estrechos con Washington—, mientras que no sucedió lo mismo con la revolución, respecto a la antigua Unión Soviética. La Guerra Fría opacó las razones cubanas de un lado, pero no del otro. Y ese hecho en sí, parcialmente, explica el apasionamiento que ha señalado al exilio. No sólo perdió, sino que sus ideales, sus muertos y sus presos han sido minusvalorados por la opinión pública internacional.

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