www.cubaencuentro.com Jueves, 18 de septiembre de 2003

 
  Parte 1/2
 
Más hondo, más claro
En su última pastoral, los obispos cubanos plantan cara al régimen. Libertad y derechos humanos, un compromiso cristiano ineludible.
por ORIOL PUERTAS, La Habana
 

Lo más llamativo del nuevo documento puesto en circulación por la jerarquía católica cubana el pasado 8 de septiembre, vuelve a ser la reafirmación del compromiso con su pueblo, la principal víctima de más de cuatro décadas de dictadura totalitaria —en una coyuntura particularmente difícil—, debido al continuo deterioro de la vida en todos los órdenes y su repercusión en las relaciones entre Iglesia y Estado.

Cardenal Jaime Ortega
Cardenal Ortega, líder de la Iglesia Católica de Cuba.

Justamente, el día en que sus fieles celebraron la festividad de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, patrona de la Isla —ocasión en la cual fueron autorizadas por el gobierno algunas procesiones en todas las provincias—, la Conferencia de Obispos declaraba la necesidad de "una apertura que propicie el ejercicio y respeto de los derechos integrales del hombre", sin divisiones humillantes que laceren las conquistas universales en materia de libertad.

El tributo a la Virgen, en este septiembre, ocurrió precisamente cuando se cumple una década de la carta pastoral El amor todo lo espera, documento firmado también por los eclesiásticos y en el que se analizó la situación concreta de los primeros años de la década del noventa, luego del derrumbe del extinto campo socialista y sus secuelas para la Isla. En ese entonces, la pastoral, como popularmente se le llamó, significó un aliento, una luz de esperanza para los cubanos, por su carácter crítico y las alternativas que sugería con el fin de aminorar paulatinamente la crisis —un adelanto del "abrirse al mundo" del Papa, pero que acentuó el reconocimiento a las iniciativas individuales aquí dentro— en medio del discurso numantino y maniqueo del régimen.

En cambio, la respuesta encontrada en los medios oficiales fue desconcertante, aun para quienes podían preverla. Sin que jamás fuera publicado, el documento recibió enconados ataques que tergiversaron su mensaje de reconciliación y paz y alejaron toda posibilidad de ser tenido en cuenta, al menos abiertamente, en el trazado futuro de la nación.

El nuevo llamamiento llega en un año arduo. La represión a cualquier forma de oposición al castrismo y de denuncia de sus desmanes, así como el agravamiento de la situación interna, se ha recrudecido hasta límites alarmantes, luego de la aplicación de la pena de muerte a tres secuestradores y el encarcelamiento de más de 70 periodistas, escritores y activistas políticos. La ola de detenciones que se iniciara en marzo pasado y que aún no se ha interrumpido —en varias provincias continúan los arrestos a gestores del Proyecto Varela, por ejemplo— ha suscitado la repulsa unánime en el concierto de naciones y los medios internacionales de prensa.

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