www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
  Parte 2/2
 
Como piojo en alquitrán
Si el 90% de los cubanos delinque para sobrevivir, en la Isla economía y moral van de la mano hacia nunguna parte.
por JOSé H. FERNáNDEZ, La Habana
 

Mucho menos quedan libres del por ciento maldito los que por concepto de su profesión, sus mañas, sus "bisnes" o su buen abrigo disfrutan de una cierta solvencia en billetes verdes. Al contrario, sucede que este grupo está formado mayoritariamente por infractores. Y es lógico. Aun cuando pudieran y quisieran cubrir "dentro de la ley" los gastos para la alimentación, a precios más altos y hasta con productos de menor calidad que en el mercado negro, su status económico, que es nuevo, los compulsa a enfrentar una larga lista de problemas viejos, como pueden ser la adquisición, permuta, reparación y/o pintura de sus casas, la compra de vehículos motores, o al menos su remiendo o renovación técnica, el acceso a determinadas comodidades, determinados "privilegios", determinados medicamentos en falta, la instalación de rejas para protegerse del robo con fuerza y, en fin, todo un cúmulo de carencias para cuya solución no hay respuestas en el mercado "legal".

En cuanto a los trabajadores por cuenta propia, ni hablar. Aun cuando también gozan de una prosperidad, casi siempre relativa, pero que los sitúa por encima de la media, no pueden realizar su trabajo sin transgredir el Código Penal, toda vez que para hacer rentables sus negocios deben comprar materias primas, combustibles o productos por debajo del telón, amén de que se encuentran precisados a planificar en el renglón de gastos corrientes el dinero que se les va en soborno a los inspectores. No se contemplan aquí, naturalmente, los cientos de miles de ciudadanos que ejercen el "cuentapropismo" sin licencia, ya que en su propia variante de gestión económica está explícita la ilegalidad.

Queda asimismo por relacionar una capa más o menos pudiente, más o menos rancia, que incluso gusta mirar por encima del hombro a los infractores. Tal vez los componentes de esa capa, formada por un grupo de aristócratas de la intelectualidad (algunos escritores, artistas, científicos...), no necesiten participar en el mercado de lo ilícito.

Sin embargo, no por ello son menos violadores de la ley. Al contrario. Aunque su culpa no esté recogida en el Código Penal, se reconoce con señales de oprobio en los más elementales códigos de la ética humana. Y por si fuera poco, ya fue condenada por Martí cuando escribió: "Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a su mesa; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir".

Por último, restarían solamente los que cortan el bacalao, los pejes más y menos gordos, los que más orinan en la Isla. Pero como quiera que resulta agotador y hasta inútil, por conocido, volver sobre el catálogo de sus transgresiones, basta con puntualizar que los niveles de vida de esta cúpula descuellan a ojos vista por encima del alcance de sus salarios oficiales. Con este detalle es suficiente, por ahora y para el caso.

Así pues, despejando números y figuras, como exige todo buen enigma algebraico, lograríamos encontrarle acomodo al casi diez por ciento que no fue contabilizado por el CIPS. Claro que sería un tremendismo afirmar, y aún más empíricamente, que el ciento por ciento de los cubanos de adentro incurre hoy en delitos por un imperativo de supervivencia. Ni tan cerca que queme al santo ni tan lejos que no lo alumbre. Podemos transarnos en un 98,9 o en un 99,8. De cualquier manera, todas las cifras indican que la economía y la moral van aquí de la mano y a la marcha, como piojo en alquitrán.

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