www.cubaencuentro.com Martes, 30 de marzo de 2004

 
  Parte 1/2
 
¿Seremos como el Che?
Violencia contra las cubanas: Desde su paso por los Pioneros hasta la adultez, las niñas de la Isla sufren constantemente golpes oficiales a la autoestima.
por ILEANA FUENTES, Miami
 

¿Qué puede pasar en la psiquis de una niña cuya infancia se desarrolla en medio de símbolos y héroes masculinos? Ha de haber medio centenar de tesis sobre el tema, no sólo en Cuba sino en el mundo entero. Hoy por hoy se sabe que las niñas necesitan figuras femeninas que puedan admirar y emular, tanto en el ámbito privado como las sacadas de la Historia. Hasta en el campo de la literatura femenina se plantea que la falta de un corpus épico de heroínas y aventureras es lo que hace que haya pocas mujeres novelistas, y menos personajes femeninos heroicos en la literatura.

Niños en el Moncada
Pañoleta roja, símbolo del trauma.

La simbología épica masculina sublima en el inconsciente de la mujer la noción de su propio protagonismo. Según la crítico literaria Helena Araújo: "Sin remedio, la mujer, según el lugar donde haya crecido o la clase social a la cual pertenezca, se verá obligada a soportar la versión 'clásica', la versión 'interiorizada', o una mezcla de ambas… (sobre) ese padre que ostenta su autoridad magnánima… ese varón ejemplar que sirve de tema e inspiración a tantas escritoras… Naturalmente, la pleitesía y el sometimiento son las únicas actitudes concebibles por parte de la prole femenina hacia los fundadores de la estirpe".

Por su parte, la crítico cubana Zaida Capote Cruz ha propuesto que la bajísima representación de personajes femeninos protagónicos en la literatura se ha reforzado durante 45 años de revolución: "… habrá que reconocer cuán ajena al proyecto literario de la Revolución concebía la crítica dominante la literatura escrita por mujeres. Esa visión patriarcal, excluyente, se fortaleció con la sobrevaloración de la llamada literatura de la violencia".

La violencia a la que se refiere Capote Cruz es la épica revolucionaria que entroniza al héroe macho y la gesta combatiente, mediante una simbología masculina omnipresente que se extiende a los nombres de las calles, de las escuelas, de los hospitales, de las fábricas, de los barcos de la flota mercante: Piti Fajardo, Hermanos Ameijeiras, Camilo Cienfuegos, Héroes del Moncada, Héroes de Girón, Salvador Allende, Hermanos Saíz, Frank País, Patricio Lumumba, Vladimir Lenin, Carlos Marx.

La lista es interminable, y se refleja hasta en los nombres dados a los años a partir de 1959: Año de la Reforma Agraria, Año del XX Aniversario del Moncada, Año del Vietnam Heroico, Año del Guerrillero Heroico, Año del XXX Aniversario del Granma, Año del XX Aniversario del Triunfo de la Revolución…

El uniforme verde olivo perenne de la alta dirigencia no es accidental: va con la perpetuación del gran guajiro macho, del gran combatiente, en el subconsciente colectivo, incluyendo, y muy especialmente, el subconsciente de las mujeres. De ahí que "la pleitesía y el sometimiento" a que se refiere Helena Araújo encuentre su máxima expresión en la frase periódica de la presidenta vitalicia de la Federación de Mujeres Cubanas, enunciada a nombre de las mujeres de la Isla: "Comandante en Jefe: ¡Ordene!". Lealtad en masa a la iconografía masculina —no hay iconografía femenina— de la revolución.

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