www.cubaencuentro.com Lunes, 19 de julio de 2004

 
   
 
Tres pasos chéveres para ser libres
¿Conquistar el futuro sin dar un paso adelante?
por JOSé H. FERNáNDEZ, La Habana
 

Una vez inventado el tornillo de rosca izquierda, que aprieta cuando parece que afloja, a nuestros genios de la ciencia no le quedaba sino superarse a sí mismos. De tal modo, se dedicaron a argumentar las virtudes de este hallazgo con una base conceptual que nos convoca no sólo a aplaudir unánimemente mientras somos atornillados, sino también a sentirnos orgullosos de nuestro destino —siempre aguantando el apretón—, como de un ineludible privilegio histórico.

Damas
Esposas de presos: contra los que deciden en nombre de todos.

Es así como vienen a contarnos que ya la libertad nada tiene que ver con el derecho y las posibilidades que nos corresponden, en tanto seres humanos, a la hora de tomar decisiones según lo que creemos, deseamos o nos conviene, única y exclusivamente, sin que medie más que nuestra condición de individuos con cerebro propio.

No, señor, nada de eso. Recién lo aclaran nuestros genios: a nosotros, los necesitados, la libertad no nos puede llegar sino a través del conocimiento que nos imparten ellos, los genios, acerca de nuestras necesidades colectivas. Así de simple.

Esta definición, pintoresca donde las haya, por más que expuesta con pasmosa naturalidad, es uno de nuestros últimos aportes para el mejoramiento del mundo, obra del esfuerzo conjunto de filósofos, políticos, economistas, meseros redondos, innovadores y racionalizadores de la Isla, la cual, por cierto, se pinta sola y se autopromociona desde ya como escuela para entrenar a los necesitados del planeta en el sencillo mecanismo de ser libres.

Además, con garantía de que el aprendizaje no será difícil. Basta con que nos extiendan una lista de nuestras necesidades apremiantes. Y como esa lista, que es el medio, le dará cuerpo al fin, que es la libertad, pues resulta que siempre debe ser la misma, inamovible, para todos los casos, ya que muy mal nos veríamos los necesitados de la tierra si algún día nos faltaran nuestras necesidades, así como los políticos e innovadores dispuestos a indicarnos, por su conducto, la manera más fácil de alcanzar libertades desde nuestra eterna desgracia.

Ingredientes para ser 'libres'

La lista en cuestión es bien breve y especifica que para ser libres no necesitamos más que reconocer y priorizar, en primer término, la propia subsistencia; en segundo, la dignidad del colectivo; y en tercero, su educación y su salud.

Así pues, para nosotros (y preferiblemente para todos los menesterosos del orbe), ninguna condición resulta más propicia, si de alcanzar la libertad se trata, que la impuesta por aquellos que nos mantienen a pupilo en los límites ínfimos de la subsistencia, pero, eso sí, aleccionándonos a tiempo completo sobre una cierta manera, muy rara, de conquistar el futuro, sin dar un paso adelante, aunque sin dejar de ser dignos, dicen, en tanto nos educan, con altos dogmas pero a muy bajos costos, y publican estadísticas que van mostrando el modo en que avanzamos hacia la conquista de niveles de salud que también son de hierro.

Le zumba el mango. Y pensar en lo complicadas que habían sido las cosas hasta hoy con respecto a esta vaina. Siglos y milenios haciéndonos creer que en las reales posibilidades de cada individuo para decidir con su cabeza lo que mejor le satisface, se afincaba el derecho natural de todo hombre ante la libertad. Vaya manera de enredar la pita. Con lo práctico que hubiera sido desde el inicio encargarle la misión a nuestros genios, inventores de los tres pasos chéveres para ser libres.

No en balde las sociedades democráticas se la ven cada día más negra en el empeño de intentar un orden racional, sin manipulación, sin conflicto y sin violencia, para dar cauce a las decisiones personales de todos sus miembros. Absoluta locura.

Depositar tarea tan compleja en manos de tantísima gente requiere, además del empleo de métodos muy viejos —desde los tiempos griegos—, un derroche superfluo de energías y de inteligencia. Y aún más ahora, demostrado por los genios de aquí lo cómodo y hasta lo divertido que resulta para las multitudes aprender a bailar al son de sus tres pasos chéveres.

Ahorrémonos el esfuerzo, aportando únicamente nuestra condición de pobres sin remedio y nuestra necesidad de ser libres. El resto correrá a cargo de los genios que han resuelto a la brava decidir por nosotros lo que mejor nos cuadra.

Total. La democracia no funciona. Ya ni siquiera sirve para garantizarle a la gente la elección de sus mejores representantes. Aunque, justo es que se le reconozca un mérito: todavía les permite renovar de vez en vez la nómina, con lo cual se libran por lo menos de estar escuchando siempre la misma perorata en voz de los mismos genios.

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