www.cubaencuentro.com Martes, 16 de noviembre de 2004

 
   
 
Una nueva raya en el tigre
Prohibir la circulación del dólar responde a un viejo proyecto, y no al lema papal de 'que Cuba se abra al mundo'.
por JOSé H. FERNáNDEZ, La Habana
 

Ni el chicharrón es carne ni el llamado peso convertible tiene peso para convertirse sino en otra cañona del gobierno, no por más chapucera menos previsible. Eso es algo que sabe aquí hasta el gato. Tal vez por ello el cubano de a pie no exterioriza particulares sobresaltos, ante el despelote que nos trajo ahora la eliminación oficial del dólar como moneda de uso, digamos, normal y corriente.

La Habana
Cola para cambiar dólares: ¿última estocada del gobierno?

A diferencia de lo que opinan muchos por ahí, nuestra gente no parece ver en esta medida un escape de urgencia —por demás inútil, peregrino por pasajero— que permita aliviar la peor crisis económica que ha sufrido el país a lo largo de toda su existencia y para la cual no hay ya remedios santos o diabólicos.

Claro, tampoco la asumimos como la pretendida respuesta gubernamental ante el arrecio del "bloqueo". Y mucho menos como un resultado victorioso del último apretón propinado por Bush y su cuadrilla para asfixiar, dicen, a un régimen que desde hace demasiado tiempo sobrevive y medra justamente a costa de esos torpes apretones del norte.

El asunto es muchísimo más simple —al menos simple de explicar—, desde nuestra perspectiva.

Se trata de la puesta en marcha de una disposición que fue dictada diez años atrás, casi en el momento mismo en que sin ganas pero sin alternativas, impelidos por el peso de la historia —que nunca ha sido convertible para quienes cortan aquí el bacalao—, resultó despenalizada la tenencia de dólares dentro del territorio nacional.

Ni acción desesperada, ni salida soberbia, ni rejuegos ridículos para tratar (inútilmente) de incidir en los resultados de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. En todo caso, la utilidad de estas y otras interpretaciones tangenciales pudo ser prevista, planeada incluso por el gobierno para sensibilizar a partidarios y/o confundir a sus contrarios allende los mares.

Una muerte anunciada

Pero la concreta, según nuestra perspectiva, es que la "nueva" medida responde, por encima de todo, a un viejo proyecto, el mismo de siempre, acariciado fría, tozuda, largamente, por una sola cabeza y ordenado por un solo dedo.

Aquí por lo menos no constituye secreto para nadie que las superficiales —cuando no presuntas— reformas económicas dispuestas en la última década del siglo XX jamás pretendieron seriamente cumplir con el lema papal "que Cuba se abra al mundo". En rigor, la mayoría de ellas nacieron con la muerte anunciada.

Más que de cambios en las condiciones históricas que exigían la implementación de estas reformas, su expectativa de vida dependió desde el inicio de una estrategia de camuflaje ideada en función de ganar tiempo, ya que, como el tiempo mismo está demostrando, nada que no fuera unos cuantos años más en el poder podían reportarle al gobierno.

Luego, paulatina pero indefectiblemente, las aguas han ido retomando su nivel (de naufragio), a tono con los dogmas, las aberraciones, los preceptos de antaño, obsoletos, esclerosados, pero envueltos para la exportación en celofán de principios revolucionarios que se presumen dueños del monopolio del patriotismo, la soberanía nacional, la causa de los pobres, la utopía política y otras hierbas de embelesadores brebajes.

Así, pues, esta nueva retirada de circulación del dólar en la Isla no ha sido la primera, ni siquiera la más escandalosa de las medidas dispuestas para ratificar el círculo vicioso dentro del cual se ¿mueve? el régimen desde hace casi medio siglo. Otras medidas anteriores fueron suficientemente divulgadas. Las que vendrán después son previsibles.

Lo que el gobierno cree es tan cierto (para él) como la verdad. Y lo que siempre ha querido creer, o ha querido que crean que cree, es que todavía está a tiempo de eliminar en Cuba hasta el menor viso de influencia capitalista, entendida no como generadora de una abismal brecha entre el nivel de vida de los que mandan y los que obedecen —estatus que sí le conviene mantener—, sino como la supremacía de la gestión individual y su consecuente independencia económica entre la gente del pueblo.

Y por ese rumbo van los tiros.

Hoy como ayer

Ayer fue la creación de agencias empleadoras, así como de otros engendros destinados a garantizar absoluto control (y la expropiación de salarios) de aquellos que acceden a puestos de trabajos donde corre-corría modestamente el dólar. Hoy es la anulación de esta moneda, habida cuenta que, contra todo pronóstico, unos cuantos cientos de miles de personas estaban consiguiendo reunir su guanajita verde, lo cual los convierte en peligrosos, no sólo porque se independizan de la tutela estatal, sino por el ejemplo que dan a los demás.

Mañana, sin lugar a la más mínima duda, será la estocada final para los sobrevivientes del trabajo por cuenta propia y para todo aquel que haya logrado zafarle mínimamente el cuerpo a la manada.

En cuanto a la razón por la que fue escogido precisamente este momento para la sustitución del dólar por chavitos, alias pesos convertibles, también hay alguna que otra opinión encontrada entre los expertos de afuera y nuestra gente, que aunque no lo parezca, a veces piensa, y si bien no vocea sus pensamientos, los murmura.

Se menciona, tal vez con insistencia exagerada, el desbarranque económico que enfrenta el régimen, considerándolo como detonante principal de la medida. ¿Pero acaso es nuevo el desbarranque? Lo cierto es que en peores situaciones se ha visto antes, especialmente en el curso de los últimos quince años.

Por otro lado, aunque a veces (también esta vez) se diga lo contrario, es demostrable que las más drásticas medidas y los peores desaguisados del gobierno cubano han sido dispuestos, por lo general, en momentos en que por algún motivo, sea ilusorio o real-misterioso, se sintió confiado, con la sartén por el mango y apoyado por "los fieles amigos que tienen la revolución y el pueblo en el exterior".

Es lástima que los sesudos de por ahí no insistan con igual constancia en el hecho de que, dadas sus peculiares características de sistema patogénico, ya que no ideológico, al que impera en esta isla le interesa y le preocupa mucho más el poder que las riquezas. Estas últimas sólo son importantes en la justa medida en que propicien la conservación del primero. Total, puede darse ese lujo, en tanto nosotros, sus súbditos, hemos sido entrenados (la letra con sangre entra) para vivir en la mayor pobreza, soñando con un futuro de gloria.

La situación se pinta sola

Lo que sí resulta irrefutable es que ahora, como antes, el contexto parece haber sido escogido con meticulosa precisión para largar la coz. El tema del embargo ha vuelto a discutirse en la ONU. Y es presumible que en tal sentido el régimen se sienta más optimista esta vez, gracias al favor que con el último apretón le prodigaron sus íntimos enemigos del norte, así como al descrédito internacional que estos enfrentan por su empedernida política de guerra y mano dura.

Desde Europa soplan vientos favorables para la "reconciliación" con la Isla. Marchan bien los negocios con las pujantes China y Vietnam. En América Latina sigue ganando terreno una política de izquierdas que, si bien no enyunta con el modelo cubano para todas las porfías, por lo menos registra algún que otro punto coincidente, amén de las "deudas de gratitud" que la mayoría de sus representantes demuestra tener con los de acá.

Para quienes hasta con una más pobre coyuntura a su favor fueron capaces de sentirse seguros —no importa cuán lejos se encontraran de estarlo realmente—, esta situación de hoy se pinta sola. Entonces, ¿qué de extraño tiene que aquellos sueños de la infancia (política) exhiban otra vez su arrugado e insultante carapacho?

Quedó aclarado que aunque el régimen vuelva a sentirse fuerte, no significa en modo alguno que lo esté. Pero hay más. Aun cuando en verdad se hallara en condiciones de poner a prueba los menguados músculos, ello no le impediría comprender (de dientes hacia adentro) que sus días en la tierra están contados. ¿Y acaso esta certeza no constituye un incentivo extra para acelerar el cumplimiento de sus viejos planes?

De idéntica manera es un motivo para que la gente de aquí haya recibido la orden de sustituir el dólar por chavitos con la misma actitud cuasi pasiva, serena, con que recibiera otras trastadas anteriores. La carrera de resistencia entre el Poder y el Pueblo está planteada —tal vez tácitamente acordada—. Y a estas alturas habría que ser muy ingenuo para no sospechar quién cargará finalmente con los lauros.

¿Muchos meses, pocos años más? No importa. Si se esperó lo demasiado, mejor se espera lo poco. Isleños y buenos nadadores al fin, quienes han braceado tanto en las oscuras aguas de la incertidumbre, la confusión, la pobreza, el dolor, no se permitirán morir ahogados a punto de alcanzar la orilla. Lo demás viene siendo lo de menos. Una nueva raya para el tigre.

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