www.cubaencuentro.com Jueves, 09 de diciembre de 2004

 
  Parte 1/2
 
Sayli o la otra juventud
'Quiero una Cuba donde exista la libertad', escribió en una misiva a Fidel Castro la hija del opositor Félix Navarro, condenado a 25 años de cárcel en la primavera de 2003.
por ORIOL PUERTAS, La Habana
 

La primera delegada directa al futuro Primer Congreso de la Juventud Democrática cubana ya tiene nombre. Se llama Sayli Navarro, vive en el pequeño poblado de Perico, en la provincia de Matanzas, y sólo tiene 18 años de edad.

S. Navarro
Sayli Navarro, junto a su madre, Sonia Álvarez.

Es la hija del prisionero político Félix Navarro, presidente del Movimiento para la Democracia Pedro Luis Boitel y uno de los 75 condenados en marzo de 2003 a duros castigos carcelarios. Hoy puede escribirse sobre ella gracias a un cable de la agencia AP fechado allí mismo donde Sayli vive —quizá sea más apropiado decir sobrevive—, en compañía de su madre o tutora, Sonia Álvarez.

Si se menciona la palabra "Congreso" —que a los cubanos no nos hace mucha gracia, la verdad, tanto nos han mentido con ella—, es porque hace sólo unos días, en la capital de la Isla se clausuró la octava cita más importante de la otra juventud, la denominada "comunista", al calor de nuevas consignas muy viejas ya, entre ellas la de convertir a los trabajadores sociales en el paradigma de hombre nuevo que quieren, pero no acaban de lograr.

El ambiente es entonces propicio para echar un vistazo a lo que podemos llamar "la contraparte", que no es más que una nada desdeñable porción de sinceros jóvenes con una visión diferente de su realidad y una senda otra para edificar el futuro de todos. Sólo que en casi todos los casos no hay modo de canalizar, no digo ya sus proyectos por un mañana menos cruento y cerrado, sino sus criterios, sus opciones hechas palabra viva, verbalizadas.

Sin fisuras éticas

Sayli es un ejemplo de valentía y decisión, a pesar de su juventud. Desde que ella tenía seis años, a su padre comenzó a molestarlo la policía: pintaba carteles en sitios visibles del pueblo y por eso cayó preso por primera vez. En las paredes de la casa donde creció, no vio nunca una foto de un líder revolucionario. De Fidel Castro mucho menos. En cambio, sí vio una de Pedro Luis Boitel, uno de los talentos de aquella generación protagonista de los hechos de enero de 1959 y que en los años setenta fue asesinado en prisión luego de una prolongada huelga de hambre.

Ella quiere seguir los pasos de su padre "cueste lo que cueste". El asunto se torna más interesante aún si se tiene en cuenta que todo cuanto Sayli ha visto, ejemplo ético aparte, como resultado de la activa gestión opositora de su progenitor, es represión, discriminación, cárcel y vejaciones. Eso conformaría un triste panorama dentro de cualquier hogar cubano, pocos se arriesgarían a repetirlo en su carne. Es como para detenerse a pensarlo dos veces antes de dar un paso de tal naturaleza, sobre todo si no se tienen aún dos décadas de vida.

Y a Sayli eso le importa, claro. Tiene que importarle. Pero el rigor de una actitud sin fisuras morales, la firmeza que ha conocido en el actuar de su padre, la necesidad de cambiar un orden de cosas que ya cataloga como injusto y sin viabilidad alguna, esa corrosión social que se respira por doquier, es más fuerte. Por eso sus palabras tienen que servir de inspiración a tantos coterráneos aletargados, desorientados o acaso escépticos que han decidido apostarlo todo a la suerte de levantarse un día con la noticia de que el hombre se murió.

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