www.cubaencuentro.com Jueves, 10 de marzo de 2005

 
  Parte 1/2
 
El timo, nuevo signo de identidad
por JOSé H. FERNáNDEZ, La Habana
 

Pocos días después de que el régimen impusiera el peso convertible como sustituto del dólar, circulaban aquí billetes falsos de cincuenta y de cien. Era algo natural y así lo asumimos, no sólo porque la mala calidad de esta moneda se la sirve en bandeja a los falsificadores, sino también, y sobre todo, porque lo falso, lo adulterado, el timo, son hoy elementos consustanciales de la vida en Cuba.

Farmacia
Farmacias: píldoras por la ventana del fondo. (CUBANET)

Aquella exageración escrita por Poe acerca de que "el hombre fue hecho para timar", parece aplicable al pie de la letra en esta isla. Sólo habría que añadir que en nuestro caso, timar y ser timado es ilación de circunstancias complementarias, un solo hecho, indisoluble, orgánico, carne y pellejo del mismo cuerpo.

En las tiendas para venta en divisas (las de moneda nacional son desiertos con beduinos de mala cara, rudos domadores de camellos), la lista de productos con precios alterados y/o introducidos "por la izquierda" abarca proporciones de espanto.

A los agromercados debemos acercarnos con la pupila insomne, no por el riesgo de que nos den gato por liebre, sino perro por carnero.

Los vendedores ambulantes, ocupación otrora pintoresca y señal de respetable costumbre en las calles de La Habana, conforman ahora un hato de agresivos embaucadores dispuestos a vender tenca por cherna, agua jabonosa por champú, polvo de piedra en vez de talco, podrido por maduro, viejo por nuevo, lata por aluminio.

En general, todos los servicios públicos son pésimos y lentos, pero sólo para quienes se atienen a las leyes no de la mala Ley sino de la decencia.

En los talleres de reparación no reparan, rompen, para garantizar el trabajo mejor remunerado de los reparadores en su tiempo libre. En las farmacias no hay píldoras si vas por el mostrador, pero pueden aparecer si las compras a sobreprecio por la ventana del fondo. Las fábricas no fabrican, inflan. A los inspectores no les ocupa la inspección sino asegurarse la tajada del soborno. En las bodegas no hay pesas fiables. Ni hay puerta de almacén abierta para el trasiego legal, o cerrada para el fraude. En los campos campea el descampado, pero los informes oficiales cosechan cada día un número mayor de arrobas de viandas.

En rigor, quizás nada nos identifica y nos iguala tanto hoy como el padecimiento de esta metástasis social. Vivimos a pesar, a expensas y —por más que arañe confesarlo— también gracias al timo. De inocentes víctimas de un timador con disfraz de profeta, hemos pasado a timadores, todos, cual más cual menos, sin que ello nos reporte el beneficio de no ser timados.

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