www.cubaencuentro.com Domingo, 22 de mayo de 2005

 
  Parte 1/3
 
Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos: El bosque eterno
por RAFAEL E. SAUMELL, Texas
 

Para Abdel Saumell Bastón (La Habana, 1975-Texas, 2000)

No he vuelto a Cuba desde el 9 de mayo de 1988, fecha en que salí por el Aeropuerto José Martí de Rancho Boyeros en un vuelo de la compañía Eastern Airlines. A la entrada del avión, uno de los sobrecargos —minutos después me enteré de que era puertorriqueño— me dijo: "Tranquilo, ya estás dentro". Pero nadie confiaba.

J. Martí
Muerte en Dos Ríos (Carlos Enríquez, 1939).

Los policías que controlaban el acceso a la nave todavía estaban muy cerca y podían interrumpirnos el viaje a mi esposa y a mis hijos, dos muchachos de seis y doce años de edad, respectivamente. El menor se llama Michael. El mayor se nombraba Abdel. Estaba nervioso, al igual que casi todos los pasajeros, muchos de los cuales habían sido presos políticos. Llegó con asma a Miami, en el viaje más corto y más largo que muchos cubanos hemos emprendido. Cuando murió me vinieron a la mente la idea y el sentimiento de que quizás no debería volver nunca. No quiero aparecerme allá llevando entre los brazos y el pecho, el vacío que él nos dejó.

He tratado de remediar su ausencia de varias maneras. Por ejemplo, tengo en casa una colección de pinturas suyas que cuelgan en diferentes rincones: en un pasillo interior y en mi cuarto. Con frecuencia recuerdo que a él le encantaba escuchar los danzones cantados por Barbarito Diez. Aficionado a la pelota, añoraba regresar al estadio del Cerro para estar cerca de sus "Industriales". Regularmente mencionaba los nombres de dos de sus ídolos beisboleros de la época: Juan Padilla y Javier Méndez.

Evocaba el acento habanero, las palabras y los dichos que ya no oía, el lenguaje aprendido y asumido en una zona de la capital donde está la Plaza de Marianao, la cuna del idioma de su niñez y de los amigos con los cuales no volvió a conversar. Una vez pudimos recuperar algo de aquel mundo. En un viaje a la Ciudad de México hallé, y de inmediato compré, en una librería cercana al Palacio de Bellas Artes, una copia de la película Vampiros en La Habana. Aquello fue un acontecimiento en la familia. "Lo maté, tigre". "¿Me das un cigarrito, rey del mundo?". Repetíamos y repetíamos esas y otras frases.

Castellano desde Manhattan

Años después, hablando, escribiendo y comentando sobre el Diario de Martí, el poeta José Kozer me comentó: "Eso es lo que somos, lenguaje". En este sentido, la extrañeza de esas regiones del idioma natal constituye uno de los factores más influyentes en la noción del exilio y de ser exiliado. Entre Kozer y yo hay veintiocho años de diferencia en materia de salida del país. Toda su obra la ha hecho en español, en Nueva York y en Hallandale, Florida, donde hoy reside en estado de júbilo laboral.

Claro, hay una tradición cubana de persistir y de escribir en idioma español, a pesar del inglés ambiente y dominante. Ahora que he pasado años fuera del país, me doy cuenta que una de las virtudes de Martí consiste en haber contribuido a renovar el idioma castellano no desde la isla de Cuba, sino desde la de Manhattan.

No sintió ni se le ocurrió pensar que por vivir, literariamente, en castellano y en Nueva York, la suya fuese una "literatura menor" ni de minorías. Se trata de un caso ejemplar de lealtad a determinadas fuentes: el idioma, la cultura, la historia, las tradiciones, los alimentos, la naturaleza, los padres, la primera casa. Cuando regresó a Cuba, en 1895, empezó a escribir un diario donde se nota muchísimo la marca del exiliado que retorna a sus predios.

Gracias a esas anotaciones podemos comprobar el inmenso efecto que tuvo sobre él su reencuentro con la naturaleza, las gentes y el habla nativa. El Diario nos muestra el inventario de un bosque encantado e inmenso, un espacio lleno de plantas, de animales, de ríos, de lomas y de personas que él había extrañado.

Realmente es la crónica del redescubrimiento de la Isla por Martí, donde se dan la mano la botánica, la farmacopea, las teorías políticas, la etnografía, la zoología, las artes culinarias, la genealogía, la agricultura, la jurisprudencia, la poesía y la prosa poética, los relatos de expediciones, la astronomía, los tratados sobre colores y las reflexiones en torno a la música producida por las hojas, los insectos y las aves.

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