www.cubaencuentro.com Domingo, 22 de mayo de 2005

 
  Parte 1/3
 
¿¡Viva Batista, viva Castro!?
13 de marzo de 1957: Más que un accidente, la conversión es una institución moral de la cultura y la historia cubanas.
por EMILIO ICHIKAWA MORíN, Homestead
 

Existen temas en la historia de una nación que, aun cuando estén historiográficamente resueltos, siguen debatiéndose en el nivel ético-interpretativo. Esta fue, por ejemplo, una de las conclusiones a la que se llegó después de la publicación del famoso libro de Víctor Farías sobre el fascismo.

F. Batista
Fulgencio Batista.

Si el investigador chileno, que trabajaba entonces en la Universidad Libre de Berlín, se encontró el carné de miembro del Partido Nacional Socialista de Martin Heidegger, y ese carné no era falso, entonces el debate "historiográfico" en torno a la pertenencia o no de Heidegger al nazismo queda resuelto. Lo que no significa que haya terminado el problema  ético-filosófico acerca de los vínculos entre la política y el saber, que incluye la misma postura de quienes creen en la inutilidad de tal debate.

Debo decir que el hito histórico cubano que quiero referir ahora no está precisamente agotado, historiográficamente hablando. Hay aún fuentes que estudiar, entrevistas que realizar, fechas por precisar…; pero adelanto que, aun cuando lo estuviera, el asalto al Palacio Presidencial y a Radio Reloj, el 13 de marzo de 1957, por un grupo de estudiantes, quedará fijado en el universo moral de la nación cubana como un centro de fértil incordialidad.

Anoto de paso que Norberto Fuentes, en La Autobiografía de Fidel Castro I. El paraíso de los otros (Ediciones Destino, España, 2004), avanza una interesante interpretación del asalto a Radio Reloj. En su opinión sería esta la primera vez en la historia moderna, por lo menos de Cuba, en que con toda conciencia el suceso periodístico va a la redacción y no a la inversa. Es como si el protagonista hubiera usurpado, o duplicado, el papel del corresponsal.

Una vez derrotado militarmente el comando estudiantil que asaltó el Palacio Presidencial, se empezaron a producir reacciones, re-alineamientos y declaraciones acerca del evento. Pero pocas veces se ha pensado en lo que hizo el propio Batista. Incluso más, en lo que hizo la sociedad civil cubana, particularmente la habanera, ante el hecho del intento de liquidar al "presidente" con un golpe militar, en una institución de servicio público como era el Palacio Presidencial.

El General ofendido

Uno de los efectos más interesantes, por los mensajes morales que tiene de cara a una historia de Cuba entendida como "nación rebelde", fue el resarcimiento verbal ofrecido a Batista en los días posteriores al atentado.

¿Por qué había que ofrecerle excusas a Batista en nombre de la nación? Aquí hay contradicciones notables. ¿O acaso la gente no estaba tan harta de Batista como se dice, ni odiaba su dictadura, ni le parecía tan despreciable la adulación, sobre todo cuando la frontera entre ella y la gratitud se torna tan imprecisa?

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