www.cubaencuentro.com Domingo, 22 de mayo de 2005

 
  Parte 1/2
 
Arroz a la castrinera
El chef Castro y su política económica: ¿Puede reevaluarse una moneda por actos de brujería o por decreto?
por MIGUEL COSSíO WOODWARD, México D.F.
 

La gran noticia de los últimos días es que el peso cubano se ha revaluado en un siete por ciento, hecho que descansa en una simple declaración política, sin que se haya exhibido ninguna prueba ni fundamento técnico, objetivo y verificable que así lo demuestre, conforme a las reglas elementales de la ciencia económica.

Peso cubano
Peso cubano, un 7% superior: ¿arte de magia?

Lo único cierto es que el cubano de a pie que cambie su mísero dólar a la moneda nacional recibirá dos pesos menos que hasta ahora, debiendo sentirse orgulloso, además, porque en un día no muy lejano llegarán a darle un solo peso por su billete verde, acaso menos, y que esto le permitirá adquirir tal vez un litro del supuestamente delicioso chocolatín con leche. Tendrá el beneficio de que, como dicen en México, le sigan dando atole con el dedo.

El problema es que, desde el punto de vista de la ciencia económica, las monedas no pueden reevaluarse por un acto de brujería o por el decreto de un chef-dictador. Para Marx, el valor del dinero está determinado, del mismo modo que cualquier otra mercancía, por el trabajo socialmente necesario para producirlo, medido en unidades de tiempo. Según la escuela clásica, el dinero vale por su poder de compra, su capacidad para intercambiarse por bienes, de acuerdo a su demanda y disponibilidad.

Supongamos, sin embargo, que los economistas y funcionarios cubanos no son, en este terreno, muy marxistas que digamos, y que probablemente nunca lo fueron. Tal vez podríamos adscribirlos a la llamada escuela subjetiva, donde hay dos corrientes básicas de pensamiento. Una de ellas supone que el valor del dinero estriba en el metal en el que descansa, algo que parece muy descabellado para el peso cubano, que ya no dispone ni del antiguamente anhelado oro de Moscú.

La otra corriente afirma que el dinero es sólo un signo, sin valor propio, pero que tiene poder de compra. Esta última teoría, denominada nominalista, se refuerza con la idea de que ese signo funciona, es decir, cumple con una serie de requisitos relacionados con la circulación monetaria, el mercado y el comportamiento económico de una sociedad.

Exploraciones esotéricas

Desafortunadamente, el peso cubano —reevaluado o no— carece de poder de compra efectivo y su poseedor, como consumidor, sólo puede acceder a la libreta de abastecimientos o al rígido mercado estatal, sin considerar aquí las operaciones ilegales en ese contexto. No hay tampoco una concepción sólida, incluso no marxista, en la manipulación de esta política monetaria.

Más allá de estas exploraciones casi esotéricas en el pensamiento del chef-dictador o sus corifeos, supongamos que el peso cubano pudo reevaluarse debido al acrecentamiento de la riqueza nacional, al aumento de sus reservas monetarias internacionales, al descubrimiento de exuberantes pozos de petróleo o a la explotación de insospechadas minas de oro, quizás a la fructificación tardía de todos aquellos planes del Cordón de La Habana, la Zafra de los Diez Millones, el cántaro, en fin, de la lechera en la fábula.

Digamos que Castro donó su pretendida fortuna personal, según el libelo de Forbes, y que en un haraquiri global todos sus altos funcionarios hayan renunciado a sus ahorros de toda la vida. Ni aun así se puede reevaluar, de la noche a la mañana, una moneda que, además, sólo circula en un pequeño país del Caribe, ajeno a todas las Bolsas y mecanismos financieros a nivel mundial. ¿Habrá algún banquero, algún empresario, algún turista loco que esté corriendo para cambiar sus dólares, sus euros, sus pesos mexicanos a la tan fortalecida moneda dura que sería el peso cubano?

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