Crueldad deriva de crudo, que es más o menos lo mismo que indigesto. No en balde resulta tan difícil digerir el discurso (dicen que) pacifista y antiterrorista que nos cerca, nos obstina y nos agobia por estos días en la Isla.
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Cumbre contra el terrorismo: ¿desviar la atención de los problemas de Cuba, sus causas y responsables? |
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Sin embargo, como no es posible seguir un camino rígido en el espacio sin retornar al punto de partida, en las bases de tal discurso, en su estilo soberbio y atropellador, radica justamente el contrasentido de lo que aparenta defender.
Terrorismo es dominar mediante el ataque, la impiedad, la intolerancia. Es el empleo del terror como sistema. La imposición de criterios y actitudes, desconociendo y descalificando a priori otro conducto que no sea el de la fuerza, la agresión al prójimo, bien de actos o palabras o estrategias o manipulaciones o leyes.
Y justo tenemos el caso, una vez más, en esta pretendida campaña de lucha contra el terrorismo.
La insistencia aparatosa y tremendista del tema a cada minuto en los medios de difusión. El estribillo machacón, el planteamiento chato, desde una sola óptica, dirigido hacia un solo objetivo, en los términos que dispone un solo resorte, dogmático y taimado, sin lugar para otras palabras (ya que aquí no cabe hablar de ideas) que no sean las ordenadas de antemano: he ahí una práctica que aterra.
Eso, por no escarbar demasiado en la agresividad del purgante psicológico que le recetan a las masas, tal vez con la intención de hacerles expulsar, a fuerza de gritos y proclamas contra el terrorismo, tanta amargura y tanta impotencia acumuladas.
Entre malditos anda el juego
Se vería pintoresco, si no resultara triste constatar que esas voces que ahora son arreadas para gritar consignas de "abajo el terrorismo" o "viva la paz", fueron las mismas (arreadas por los mismos) que antes gritaron "paredón", o "que se vayan los gusanos", o "la calle es para los revolucionarios".
Son las mismas voces que mañana o pasado, cuando lo disponga la batuta, lanzarán cualquier otra algarada belicosa contra quienes, aun de la forma más inofensiva y civilizada, se nieguen a aceptar la partitura del director del coro. |