Ante la más leve amenaza, el régimen cierra filas: el terror es el único instrumento en que confía. El hostigamiento a los opositores pacíficos se amplía con la amenaza de condenas carcelarias. El policía que golpea y veja complementado por un tribunal sin decoro, destinado a condenar la decencia. Castro se muestra dispuesto a encerrar por varios años a todo aquel que levante una voz en contra, aunque lo haga en el patio de su vivienda.

El aumento de la tensión diplomática entre La Habana y Washington es el aspecto de esta confrontación que el régimen quiere enfatizar, porque es donde menos tiene que perder. Pese al incremento de las voces en el Capitolio favorables a un levantamiento parcial del embargo de Estados Unidos hacia la Isla, es muy poco probable que una medida de este tipo se adopte durante lo que queda de permanencia en el poder de la actual administración norteamericana. También es difícil que Castro logre mantener el nivel de adquisiciones en el mercado de productos agrícolas estadounidenses, tanto por las limitaciones internas de Cuba como ante la posibilidad de intensificarse la crisis económica internacional y el alza de los precios del petróleo a consecuencia de la confrontación con Irak. El gobierno cubano se repliega en las remesas familiares, las visitas de los inmigrantes y los canadienses y europeos interesados en unas vacaciones de bajo precio o una aventura sexual barata. La situación internacional no es la propicia para apostar por un incremento del turismo.

La nota de Granma amenaza, pero también deja a las claras que el camino del exilio es una salida justificada, que tendrá que enfrentar en un futuro inmediato todo disidente. Apretar las tuercas para forzar a los "enemigos" a que salgan del país. Ese es el mensaje. La socorrida válvula de escape.

Castro parece dispuesto a la expulsión del jefe de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, James Cason. No todos los movimientos diplomáticos de Cason han sido los más adecuados en la situación cubana. Tampoco esta oleada represiva debe impedir el análisis de las actividades realizadas por los periodistas independientes. Efectuar un taller de ética profesional en la residencia de Cason, en coincidencia con el Día de la Prensa Cubana, fue un acto desatinado. Pero en ningún caso se justifica la violencia con la que el régimen ha arremetido contra unos ciudadanos deseosos de cambiar de forma pacífica el destino del país y unos activistas abnegados que tratan de romper el monopolio informativo del régimen —y lo han logrado con eficiencia, en condiciones sumamente difíciles, bajo una amenaza constante y una carencia casi absoluta de recursos. El gobernante cubano la emprende verbalmente contra el diplomático norteamericano, pero es a los cubanos a los que ha metido en prisión.

La amenaza mayor para Castro es la unidad que poco a poco se está logrando en el movimiento disidente; la vigencia del Proyecto Varela que no ha logrado acallar; el prestigio alcanzado por un grupo de valientes que sólo cuentan con su voluntad y coraje. El tirano quiere aislar a los opositores, encerrarlos, suprimirlos. Es el momento de la solidaridad internacional con la disidencia, de aislar políticamente al régimen de La Habana en cualquier foro internacional. Es, en fin, la hora de la decencia frente al terror.