www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
  Parte 1/5
 
Las tentaciones perdidas
Memorias de María de los Ángeles Santana: ¿Es lícito tapar y falsear una parte de la verdad, a fin de que se conozca la otra, en las condiciones de una dictadura totalitaria?
por EMILIO SáNCHEZ CARTAS, Miami
 

Últimamente en Cuba, pareciera que algunas cosas se mueven. Después de muchas décadas se publica a Virgilio Piñera, Enrique Labrador Ruiz, Jorge Mañach y hasta Reinaldo Arenas, antes escritores malditos. Pero no sólo se trata de literatura. También parece levantarse la tácita prohibición de hablar sobre la radio y la televisión de la República. Y, sobre todo, de sus protagonistas.

Yo seré la tentación

Primero fueron las memorias de Enrique Núñez Rodríguez (Gente que yo quise, 1996), luego las biografías de Ramón Fajardo (Rita Montaner, testimonio de una época, 1997, Premio Casa de las Américas) y de Evelio R. Mora (Rosita Fornés, 2001), y las entrevistas de Josefa Bracero a fundadores de la radio y la televisión (Rostros que se escuchan, 2002).

La Radio en Cuba, de Oscar Luis López, terminado en 1976, tuvo que esperar seis años para que fuera aprobada su publicación, en 1981. Ya va para su tercera edición, que se vende en dólares, y su autor nos promete más libros sobre el tema, entre ellos una biografía sobre Félix B. Caignet. Se desempolvan viejos guiones del "escritor del pueblo" y se radian: Chan Li Po, en 1998, y El derecho de nacer, en 1999.

Libretos de las otrora tan atacadas, por lacrimógenas, radionovelas se venden ahora al extranjero a través de Agencia Literaria Latinoamericana, que dirige Jorge Timossi. El año pasado la agencia anunció la firma de un contrato con Televisa sobre radionovelas cubanas de veteranos autores como Iris Dávila, Aleida Amaya, Fidel Escandón e Hilda Morales de Allouis.

¡Cómo cambian los tiempos, caramba! Hasta hace poco, la república era vilipendiada o, en el mejor de los casos, ignorada. Todo lo que estuviera asociado con ese período —periodismo, historia, leyes, radio, televisión, cine— era anatematizado. Sólo se salvó parte de la literatura y la música, y casi todas las artes visuales.

Sea por sincera rectificación o mero cálculo, debe saludarse este descubrimiento. Porque únicamente así podría verse por la mayoría de la población cubana, nacida después de 1959, que tuvo que esperar casi medio siglo para que se le permitiera reencontrarse con lo que siempre le perteneció.

'Yo seré la tentación, María de los Ángeles Santana'

En este contexto aparece Yo seré la tentación, María de los Ángeles Santana, de Ramón C. Fajardo Estrada (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2004). El libro de testimonio, de 716 páginas, recoge las memorias de una artista excepcional. Resultado, fundamentalmente, de entrevistas realizadas en 1999, fue una de las obras presentadas en febrero de este año en la Feria del Libro de La Habana y concitó un enorme interés en la capital, desde su lanzamiento y venta al precio de 12 dólares.

María de los Ángeles Santana (La Habana, 1914) es fundadora de la radio, la televisión y el cine, y una figura imprescindible del teatro lírico. Su aporte a la cultura popular es invaluable y por ello este libro de memorias está más que justificado.

La obra abre con un prólogo del dramaturgo Nelson Dorr, quien dirigió a la artista en varias obras después de los años setenta (Tía Meim, Una casa colonial), seguida de una larga introducción.

El principal mérito del libro, además de justipreciar la vida y obra de Santana, es contribuir al rescate de la memoria cultural a través de la mirada de la artista, cuya larga y fructífera vida profesional le permitió conocer y tratar con otras tantas personalidades, y ser testigo del antes y el después. Por ello su interés y relevancia están asegurados.

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3. Remigia, la alcaldesa...
4. "Fue un ambiente..."
5. En cuanto...
   
 
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