www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
  Parte 1/2
 
Una historia de amor equivocada
La última producción del cine cubano: ¿Más de lo mismo?
por ANTONIO JOSé PONTE, La Habana
 

Un escritor (Luis Alberto García) regresa a La Habana luego de dos meses de estancia en el extranjero. Tiene aquí una esposa ginecóloga de profesión (Susana Pérez) y una hija que estudia el último año de arquitectura. También una amante (Beatriz Valdés), profesora de la hija. Y ésta última lleva noviazgo con un español sexagenario (Sancho Gracia) de paso por el país.

M. Mulkay
Mijaíl Mulkay y Beatriz Valdés.

El escritor no sabe aún de ese noviazgo. Si antes de 1959 el problema principal del cine cubano residía en cómo encajar a la rumbera de turno, para el cine cubano actual, a causa de sus coproducciones con España, esa dificultad se ha transformado en cómo deglutir a un "gallego".

Obligado a gallego al tiro, hora y pico más tarde lo que el caleidoscopio deja ver es un distinto ordenamiento: ahora la esposa del escritor es novia del español, la hija pareja del masajista bisexual con quien la amante del escritor tuvo un affaire del cual salió embarazada. Y el protagonista cree suyo al nuevo niño y vive en matrimonio con su antigua amante.

Sé que al contar las ordenaciones del desenlace resto placer a aquellos que me lean sin haber visto aún Perfecto amor equivocado. Pero chivatear parejas de una comedia de enredos no llega al grado de criminalidad de quien declara quién pueda ser el asesino en una historia de crímenes. Porque menos que las conjugaciones finales, lo que importa aquí son los avatares que conducen a éstas.

Entré a la última tanda del cine Yara y oí pocas carcajadas y varias groserías (mala señal cuando un público no se conforma con su condición de voyeur y se mete a guionista). Dos o tres ocurrencias fueron saludadas exitosamente, pero eran de la clase de gags que en comedias más logradas acompañan a rotundeces.

El humor inteligente, el ingenio en la conversación entre dos escritores, resulta flojísimo. "El amor es canibalismo platónico. La única forma de poseer totalmente a alguien es comiéndosela", dice un escritor. "Estás cínico hoy", responde el otro. Para que el primero declare: "Yo no puedo ser un buen cínico. No estoy casado".

Chistes menos inteligentes pasaron sin saludo, irreconocibles. Y al final lo que el público de esa función agradeció fueron las escenas eróticas que trufan la película: fellatio, cunnilingus, fetichismo del pie y otras hierbas del jardín del Edén. Sin embargo, mi principal interés erótico consistió en identificar de qué clase de escritor habla Perfecto amor equivocado.

A fondo o en la orilla

El protagonista del más reciente filme de Gerardo Chijona cuenta con una sola novela publicada, premiada hace diez años en el concurso literario de Casa de las Américas. Esa única obra lo ha hecho tan famoso que una oficial de aduanas le extiende ejemplar para que él se lo firme. Y se interrumpe una velada cultural (lástima que Paula Alí no alcance a recitar ni las primeras líneas del poema anunciado) con el fin de que él lea algún fragmento.

Todo un Dickens, en suma. Tal como no existe hoy en la literatura de la Isla. "La mitad de la literatura de este país sólo sirve para juntar polvo", sostiene un funcionario escritor. "¿Y la otra mitad?", preguntan. Pero ahí mismo dan corte. Si acaso no miente en el recuento, su estancia por Europa lo ha llevado a Berlín, donde le permitieron sentarse en la silla de Goethe, y al Pompidou de París, donde dictó una conferencia junto a la sala en la que Umberto Eco hablaba.

A diez años de la publicación de su única novela, busca editor extranjero para un segundo libro. Es un haragán de lo más famoso. Ahora bien, ¿qué clase de ficción escribe? Es posible inferirlo de la acusación que le hace una amante: "ya no basta con decir que no te dejaban oir a Los Beatles. O que tu mejor amigo era maricón y se fue. Ahora o te lanzas a fondo o te quedas en la orilla". A lo que el escritor riposta que él hace literatura y si acaso le interesara el discurso crítico se paraba en una esquina y lo hacía.

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