www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
   
 
Neruda
Exaltación y reproche en el centenario del poeta.
por MANUEL DíAZ MARTíNEZ, Canarias
 

El mundo hispánico celebra a todo gas el centenario del nacimiento de Pablo Neruda. Aunque siempre sobran, los ditirambos no faltan, más bien abundan, que es lo habitual en jubileos como este. Los panegíricos al celebérrimo hijo del ferroviario de Temuco anegan la prensa, y sus autores, famosos o no, compiten entre sí en el acarreo de mirra e incienso hasta el altar de don Pablo. Invocando a Lezama, me pregunto: ¿cuántos preferirán elogiarlo a leerlo?

Neruda
Homenaje a Neruda, frente al Palacio de La Moneda.

Que Neruda es un poeta enorme no hay, creo, quien lo dude. Que sea el mayor de nuestro idioma en el siglo pasado, como han dicho algunos, es asunto de discusión. Me limito a preguntar qué sitio le dejamos a César Vallejo. En el mismo Chile tuvo Neruda que compartir escenario con otro monstruo de sus mismas dimensiones y fuerza, un monstruo apocalíptico pero con escasa resonancia mundial: Pablo de Rokha. León Felipe reivindicaba, precisamente para este, el título de poeta "más grande de la lengua castellana en el siglo XX".

Cuando yo empezaba a escribir, allá en La Habana de los cincuenta, me enteré del duelo a muerte entre los dos grandes Pablos australes, tan grandes que, al parecer, no cabían juntos en la angosta geografía de su país. Me enteré de ese pugilato leyendo la torrentosa diatriba antinerudiana que es el Neruda y yo de De Rokha, el único libro de un poeta contra otro que, según mis conocimientos, se ha publicado en América.

Paradójicamente, al furibundo ataque de De Rokha debo mi entrada a fondo en la vida y la poesía de Neruda, de quien ya había leído yo lo suficiente para sentirme a merced de su atracción. Reconozco que hay algo de los Veinte poemas… incorporado a mi manera de decir, sobre todo en mi poesía amorosa inicial. Raro es el poeta iberoamericano de mi generación que no haya recibido, en alguna medida, en alguna etapa de su expresión, el influjo de alguno de los diversos Nerudas de que se compone Neruda. Este es el homenaje esencial que casi todos le rendimos a don Pablo cuando aún no nos creíamos que fuese mortal.

NERUDA Y CUBA
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Hace unas semanas, después de casi medio siglo de ausencia, volví a París y pasé junto al edificio donde vi y escuché por primera vez a Neruda. Allí, a dos pasos del Sena, una mañana lloviznosa de 1960, en compañía de su Matilde Urrutia nos leyó a un grupo de estudiantes cubanos un libro epopéyico que acababa de escribir, Canción de Gesta, su homenaje a la revolución de Castro, por el que intentó cobrar derechos de autor en Cuba y le dieron calabazas. Canción de Gesta colabora con la pérfida tesis de Borges de que Neruda es "un gran mal poeta".

No sé si Neruda es el más grande, el más gordo o el más calvo de los poetas que escribieron en castellano en el siglo XX. Seguiré frecuentando sus mejores poemas o los que prefiero, que con los mejores de los poetas contemporáneos suyos forman el deslumbrante tesoro de la poesía española e hispanoamericana del último siglo.

Neruda es uno de mis poetas de cabecera, independientemente del tamaño que los amantes de cánones y escalas le adjudiquen. Y me sumo a su homenaje. Eso sí, repudiando su contumaz estalinismo.

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