En 1929, Aniceto Díaz decide terminar un danzón con ritmo de son y ponerle voz. El resultado lo mostró en una obra, Rompiendo la rutina, que fue el comienzo (y prácticamente el final) de un nuevo género: el danzonete. Hoy, a 74 años de aquel evento, no sólo puede afirmarse que fue efímero, sino también cuestionable su condición de género. Muchas mezclas ha habido entre sones y danzones como para que ninguna de ellas pueda ser considerada un nuevo ritmo. Además, al igual que lo que ocurre con el mambo (específicamente el de Pérez Prado), los pocos danzonetes que escribió Aniceto son una variante del primero. En cualquier caso, una de las consecuencias más perdurable de aquel hecho fue el lanzamiento de una cantante notable, que, como Celia Cruz o Celina González, encarnó en su momento la voz del ritmo bailable: Paulina Álvarez, "la emperatriz del danzonete".

Nació Paulina en Cienfuegos, el 29 de junio de 1912, y suele decirse que su vocación fue temprana, pues a los 8 o 9 años cantaba en fiestas escolares y actos similares, lo cual nada significaría de no haber llegado a donde llegó.

Cuando tenía 14 años, su familia se trasladó a La Habana, donde la adolescente comienza su carrera profesional, en el sentido más estricto de la palabra, hasta devenir en la cantante de la Orquesta Elegante, agrupación que jamás grabó.

Curiosamente, Paulina ejerció su imperio fundamentalmente a través de la radio y en actuaciones en directo. Sus grabaciones fueron escasas y tardías. Comienzan el 15 de junio de 1937, día en que registra 5 piezas con la Orquesta Castillito, una pequeña charanga. Se trató de una sesión maratónica de la Victor. Entre el 14 y el 17 de ese mes y año se grabaron 141 obras a 24 agrupaciones musicales (Díaz Ayala, Discografía de la música cubana). Y todo ello con sólo un micrófono y en un local improvisado. En cuanto a los formatos, los hubo de todo tipo: tríos, cuartetos, charangas, jazz band cubanas, conjuntos... prácticamente un muestrario de nuestra música en ese momento. De los cinco registros con su voz, 4 son danzonetes y ninguno es el célebre Rompiendo la rutina.

Dos años después, Paulina es directora de su propia orquesta, en lo que fue, junto a María Teresa Vera y a la Orquesta Anacaona, una precoz excepción. Con ella graba 14 números, entre 1939 y 1940. Ninguno de ellos aparece registrado como danzonete y la mayoría son danzones, lo cual se explica porque ya para entonces el ¿género? de Aniceto Díaz se consideraba como una forma más de interpretar el danzón.

A partir de entonces, casi 20 años de silencio discográfico, aunque no de actividad profesional. Estudia música y funda en 1943 una nueva orquesta que deja su presencia en un programa de radio de la CMQ.

Alrededor de 1959, graba dos nuevas piezas con su orquesta y en 1960 su único LP, Homenaje a la Emperatriz Paulina Álvarez, con la orquesta de Rafael Somavilla.

Ese mismo año, ¡por fin!, registra Rompiendo la rutina, con una excepcional orquesta dirigida por Gilberto Valdés, en la que participaron Rodrigo Prats y Odilio Urfé, y compuesta por 64 músicos, algunos de la talla de Fajardo, Cachao, Jorrín o Cheo Belén Puig, por sólo citar los nombres más trascendentes.

Fue como un gran final. A partir de entonces, se va desvaneciendo de la escena, hasta que muere en La Habana, el 22 de julio de 1965. Apenas tenía 53 años.

Debido a lo poco que grabó, su legado es confuso. Parece ser uno de esos casos, nada raros en la historia de nuestra música, de cuyos mejores momentos sólo hay recuerdos y alguna que otra muestra que no la representa en toda su magnitud. Celia Cruz ha reconocido públicamente su magisterio y no por gusto ostentó todo un imperio. Y acaso ésta fue su principal mala suerte: quedar asociada para siempre con el danzonete, del cual apenas queda un estribillo más asociado con la burla que con la música: "...danzonete, rueda y vete...".