Las certidumbres ideológicas e intelectuales de Pablo González son ajenas a estos hechos, se forjaron en el tiempo de la guerra fría y ahí se detuvieron. Solamente así se explica que en su reproche al novelista lusitano declare: "Creo que el magnífico escritor es un 'comunista ontológico', como él mismo se definió, y que por eso hoy ha hecho tanto daño a la lucha por la democracia, la liberación y el socialismo, que encabezan —entre contradicciones— el pueblo y el gobierno de Cuba".

La sentencia de las dos últimas líneas es hiperbólica y revela una suerte de daltonismo intelectual que confunde los colores y los signos de la realidad. Si los juicios de valor del sociólogo González Casanova parten de atribuirle al régimen de Fidel Castro la calidad de encabezar "la lucha por la democracia, la liberación y el socialismo", carecen de sustento. Precisamente, lo que se le reprocha al gobierno de la Isla es su déficit en materia de derechos humanos y políticos.

Hay maneras sensatas de examinar lo que sucede en nuestro continente, de someter la realidad al estudio con métodos científicos, de identificar las causas del atraso y las penurias, y, con base en ello, dilucidar caminos asequibles para superar los problemas y las dificultades. Pero si ese es el objetivo que se persigue, no es dable someter la inteligencia y el análisis a los imperativos de las facciones y a los dictados de la propaganda.

Se supone que con la edad se aquietan las pasiones y el juicio se serena, que la reflexión ha tenido más oportunidad para expandirse, y que los ancianos —como sucede en las tribus— son fuente de sabiduría y prudencia, pero también corren el riesgo de que se les atrofien los sentidos de la percepción y pierdan el contacto con su entorno. Pablo González Casanova inverna en la burbuja de un sueño hipnotizado, cuyos referentes se mantienen inmutables desde hace cuarenta años.

Despertar un día y descubrir que el mundo conocido ha sido abolido y que somos extraños, una especie de extraterrestres en nuestro propio domicilio, debe ser una experiencia aterradora. Es más cómodo y saludable permanecer instalados mentalmente en el pasado, pero si éste es el caso, recojamos sus opiniones sobre la actualidad, luego de reconocer que están afincadas en hechos que hace tiempo dejaron de existir.