www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
  Parte 1/2
 
La Habana: Barrios ocultos
¿Marginalidad o periferia? La ley de la selva y el 'sálvese quien pueda'.
por ANA JULIA RIVERO
 

Sus casas se construyen con los materiales del azar. En basureros y deshechos aparecen los pedazos de cartones, latas, plásticos o sacos que sirven de techos y paredes, el piso siempre es de tierra, nunca imaginarlo ni siquiera de cemento pulido. Miles de familias cubanas encuentran en estas casuchas, por lo general alzadas en las zonas marginales de cada pueblo o ciudad, su espacio para un hogar pretendido.

Pobreza
Barrio isleño: ¿Favela brasileña o la Cuba profunda? (Cubanet).

Desplazados hacia lugares inhóspitos, alejados de los centros comerciales, en varias chozas cubanas se sienten aún más los terribles rigores de un régimen que los ignora y desprecia por haber levantado un techo ilegalmente.

"El gobierno dice que todos los que venimos para estos barrios andamos huyendo de la justicia, somos delincuentes. No entienden que tuvimos que poner cuatro palos y unas yaguas con cartones porque no teníamos dónde vivir", apunta Fernando, residente de uno de estos sitios que en Cuba pueden tener nombres tan diversos como El Condado, San Pedrito, La Embajada, Llega y pon, La Cuchilla, Manopla, Sal si puede, Las Yabitas, La Timba, El Van Van, Pogolotti…

Sus moradores se ubican en la tangente de la sociedad, tangencial por la naturaleza del nivel de vida medio de cualquier ser humano. Sienten la ausencia de los más elementales requisitos: agua, electricidad, atención médica cercana, sin hablar de la carencia de escuelas, farmacias, bodegas, mercados, transporte urbano, por el terrible pecado de haber usurpado espacios inhabitados y tratar de sobrevivir a una de las crisis históricas más conflictivas de la Cuba actual: la de la vivienda.

Las múltiples alternativas aplicadas no han surtido efecto para solucionar el grave problema de la falta de viviendas en el país. Ni siquiera las famosas "microbrigadas", en las que cada trabajador se liberaba a tiempo completo para construir su casa —atentando seriamente contra sus intereses laborales—, han mejorado la situación de miles de familias. Al contrario, cada día aumenta el deterioro de las viviendas existentes, los materiales son más escasos y con precios sumamente elevados, la mano de obra sólo busca recompensas en moneda libremente convertible y cada nueva ley emitida sobre el tema vivienda es más enrevesada y con peores consecuencias para el ciudadano cubano.

Muchas personas terminan creando su espacio en los sitios de marras, expuestos a situaciones límites y peligrosas para los suyos. Gisela, una muchacha de 18 años, es un ejemplo. Acaba de tener un niño y con apenas 10 días de nacido tuvo que llevarlo urgentemente hasta el puesto médico más cercano, a dos kilómetros: "Por poco me muero del susto, el niño tenía una fiebre muy alta, y esa noche yo estaba sola en la casa. Tuve que salir a pie como a las tres de la madrugada, pero por estos caminos no podía andar muy rápido, llegué casi a las cuatro al policlínico. El médico me dijo que el niño estaba a punto de convulsionar".

De nada hubiese servido contactar un servicio de urgencias médicas, esperar por una ambulancia que casi nunca funciona por falta de combustible, neumáticos o batería. Pero, además, en la barriada de Gisela no existe teléfono alguno, ni siquiera público.

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