www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
   
 
La Habana: Más respeto
Juan Gualberto Gómez: Un verbo difícil de sobornar. La manipulación castrista alrededor de su figura.
por ORIOL PUERTAS
 

Si Juan Gualberto Gómez estuviera vivo, con seguridad fuera uno de los centenares de presos que acogen hoy las cárceles cubanas por el solo delito de decir lo que piensan. Por eso es una paradoja inmensa que el castrismo haya escogido su nombre para premiar la mediocridad y el servilismo, tan en boga entre los profesionales de la prensa oficialista en la Isla.

Los disidentes
Libro 'Los disidentes'. Su coautora, Rosa Miriam Elizalde, es Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez 2004.

Justamente en el año en que se celebra el sesquicentenario de su natalicio, los medios gubernamentales tratan de contraponer su figura a las de quienes intentan desenmascarar con todo derecho la falsedad de un régimen muy bien dotado para asfixiar libertades. Acaso no reparan en que la práctica política y periodística del ilustre patriota matancero se identifica mejor con el pensamiento crítico, indagador y libre de Vázquez Portal, Rivero o Espinosa Chepe, que con las brigadas de gendarmes del monolenguaje agrupados en Granma.

La historia suele hablar por sí sola. La vida toda de Juan Gualberto Gómez desmiente la ilusión manipuladora del régimen. Basta con asomarse a su hoja de servicios en pro de la independencia de Cuba, cuando muchos temían a las represalias de la Corona. Dos veces guardó prisión en Ceuta por oponerse al vasallaje español. En el campo de batalla, la prensa o la tribuna parlamentaria, fue un hombre de principios éticos que jamás confundió deber con poder. Sin embargo, no por ser defensor de las minorías —en tiempos de arduos racismos renovados— alentó el odio hacia el otro.

Su humildad de estudiante de carpintería en París no le impidió familiarizarse con las ideas liberales y separatistas, y ellas tiñeron las páginas de los periódicos que fundó. Por su accionar, se codeó lo mismo con generales mambises y simples obreros de probado acento emancipador que con el violinista Claudio Brindis de Salas, de quien sería representante en México. Una singular relación mantuvo con José Martí, quien llegó a decirle en una carta, ya próximo a caer en Dos Ríos: "¿Lo veré? ¿Volveré a escribirle? Me siento tan ligado a usted que callo".

Estuvo entre quienes mantuvieron vivo el legado martiano ante los rigores de la naciente República. Se opuso a Estrada Palma, a José Miguel Gómez y luego, ya anciano, a Machado, aunque su mayor encono lo dirigió desde el inicio contra la Enmienda Platt. Cada intento por coartar la libertad de expresión, y no fueron pocos durante las complejas etapas históricas que le tocó vivir, encontró en su verbo una barrera difícil de sortear o sobornar.

Demonización de las diferencias

Le horrorizaría a Juan Gualberto Gómez saberse manipulado tan burdamente en los días que corren. El paupérrimo periodismo que promueve el castrismo no merece la dignidad de un nombre tan decoroso. Merece mayor respeto. No concuerda su figura honesta con las vulgares maniobras de la prensa circulante, puesta a servir a un sistema que no cesa de demonizar y encarcelar todo cuanto signifique diferencia, duda o interrogación.

¿Admitiría Juan Gualberto el doble rasero tan común en estos periódicos y radioemisoras para juzgar los sucesos del mundo, capaces de encadenarse a una campaña como la liberación de los cinco espías cubanos de la llamada Red Avispa y silenciar la dura situación de más de 75 prisioneros políticos dentro de la Isla? ¿O como ha sucedido más recientemente con los atroces atentados terroristas en Madrid, ante los cuales la televisión parece más preocupada por repetir mil veces el mensaje oportunista y pedante de Fidel Castro al Rey Juan Carlos I —soslayando de paso el dolor de la víctima— que por condenar a los agresores?

¿Aceptaría de buena gana el papel social tan disminuido y falto de credibilidad de los medios de comunicación, buenos sólo para generar chistes? ¿Qué diría de tal servilismo, de tanto ejercicio vano con el fin de ocultar lo evidente?

Respeten, señores. Aprendan a honrar la memoria de quienes con su bregar mostraron el camino a seguir para ser un poco más libres y mucho menos indefensos. Enseñaron y practicaron todo lo que no ha cumplido jamás un régimen empeñado en destruir puentes, en especial aquellos que tienen como soporte la palabra, y como orillas, la reconciliación y la concordia.

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