www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
  Parte 1/2
 
Barcelona: Lenin o Lennon
Monumentos y esculturas de la Ciudad Condal y La Habana: espacios repletos y agujeros negros.
por MANUEL PEREIRA
 

Barcelona está repleta de monumentos y esculturas. Lo mismo obras modernas (de Miró o de Tàpies) que clásicas, como el monumento al doctor Robert, alcalde de Barcelona a finales del siglo XIX. Por doquier, bronces y mármoles, representaciones de personalidades históricas y celebridades de Cataluña.

J. Lennon
La Habana: Estatua de John Lennon.

La Habana también era así. Pero gran parte de nuestros símbolos —incluida el águila del Maine— fueron a parar al Museo de la Ciudad. Allí yacen confinados en un salón al fondo del primer piso, expuestos como en un collage escultórico de cabezas guillotinadas.

Hasta las estatuas de inspiración grecolatina que hermoseaban el Parque del Anfiteatro, en la Habana Vieja, desaparecieron un buen día. Están en otro salón del mencionado museo. Eran simples alegorías de las estaciones —políticamente inofensivas—, pero por alguna razón misteriosa dejaron de ser públicas para volverse museables.

Menos mal que aún sobrevive una estatua de Colón en el jardín del Museo antes citado. En Barcelona, Colón está donde le corresponde, frente al mar, que era su elemento, pero en La Habana está medio escondido en un patio interior, como si fuera un icono vergonzante. Lo cual confirma mi tesis de que La Habana siempre ha tenido una relación conflictiva con el mar.

La revolución derribó de sus pedestales a los presidentes de nuestra república. En la Avenida de los Presidentes, cerca de la Casa de las Américas, uno de esos presidentes se resistió a abandonar su zócalo. La grúa jaló y jaló hasta que lo arrancó, pero allí en lo alto quedaron sus zapatos de bronce, casi como un homenaje a los zapatos Ingelmo o Amadeos.

Curiosamente no tocaron al más kitsch de todos esos monumentos, el de José Miguel Gómez. Sin embargo, la grúa iconoclasta no perdonó a Zayas, en cuyo lugar pusieron la urna del yate Granma.

La Ciudad Condal también ha sufrido exabruptos intolerantes y ha visto cercenado sus espacios públicos por la censura, como cuando Franco eliminó algunos monumentos de próceres catalanistas. O como cuando las turbas derribaron la estatua de Fernando VII en 1835. Pero aquí todo ha vuelto a su lugar y el rey destronado de su pedestal conserva una calle con su nombre.

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