www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
   
 
La Habana: Respuestas prenatales
Inversión eléctrica o 'batalla de ideas'. ¿Cuáles son las prioridades del gobierno cubano?
por ORIOL PUERTAS
 

El desastre en que se ha convertido la vida de los cubanos en los últimos cuatro decenios tiene muchos padres. Enumerarlos sería tedioso y más propio del masoquismo que de la paciencia. Pero la madre de todas nuestras penurias, sin ánimo de ser categórico, ha sido y es la ineficiencia de un régimen que se ha enraizado en el inmovilismo y las carencias de toda laya, desde opciones hasta jabones.

Apagones
Sistema eléctrico débil: ¿admisión de la obviedad?

La más dolorosa y reciente muestra de esa pandemia que ya perdió su ideología para explicarse a través del maníaco apetito de poder de un anciano caudillo, la sufrimos como consecuencia de la peor crisis energética de los últimos tiempos, traducida en cruentos apagones y la drástica reducción y desmonte de diversos planes y programas productivos.

La cuenta resulta clara. Es lo primero que dice un especialista en el tema cuando le pides algún criterio al respecto: el sistema es débil. Y esa ambigüedad es bella, perdonando la expresión.

Lo reconoció el propio Fidel Castro en los montajes televisivos de la Mesa Redonda. Él alegó desconocer la magnitud de los problemas en un ramo tan importante como la energía, la llamada industria básica o sencillamente la electricidad.

Imperdonable, en discípulo tan aventajado de las teorías leninistas de pobreza con electricidad. Lo peor es que su aparente inocencia caló en algunos, sospecho que cada vez menos, por fortuna. Porque nada más triste que escuchar a un cubano, con suerte a la luz de una vela o un mechón, repetir: "Si Fidel lo hubiera sabido antes, nada de esto hubiera pasado".

Lo del crudo cubano no es mentira, es altamente nocivo. Además, por razones que nadie dejó claras en las intervenciones televisivas, dicho así al vuelo por uno de los técnicos presentes y corroborado por Fidel Castro, las inversiones para completar el procesamiento de ese crudo nunca se terminaron.

Tampoco lo es el ya limitado estado técnico de varias plantas montadas a partir de tecnología ya obsoleta, incluso soviética. Algunas de ellas acoplan de puro milagro un rotor francés con un transformador ucraniano que funciona con un manual escrito en checo.

Piezas de un fenómeno mayor

Muy a tono con el extraño collage de apetencias que dejó la caída del Muro de Berlín en 1989 para la Isla: les brindamos a los chavistas que nos visitan el pollo que se les compra a los imperialistas yanquis, ya que de paso el petróleo del barco americano donde se transporta el producto se mueve con petróleo de Venezuela. Del bueno.

Ni las constantes averías en líneas y plantas, que no escapan ni de esos huracanes de nombres rubios ni de las penurias que atravesamos. No hace mucho se implementaron duros castigos contra los ladrones de angulares de los postes de alta tensión. ¿Nadie se ha preguntado para qué necesita un cubano uno de esos angulares? No. Jamás. En Cuba hay preguntas que tienen respuestas prenatales: nacemos sabiéndolas. Fundiendo esos angulares más de un núcleo familiar se gana el plato de chícharos del mediodía. Y armando con ellos cualquier artefacto, ya sea una mesita para el televisor Panda o un carretón para transportar lo que aparezca, gente casi siempre.

Lo mismo sucede con el aceite que traen los transformadores eléctricos, descubierto como ideal para echar a andar un viejo tractor. ¿En algún otro país este delito existe, tipificado además como "contra la seguridad del Estado" y cuesta 20 años de cárcel, como ahora mismo están condenando a quienes lanzan piedras contra la cristalería precariamente ostentosa de las tiendas de divisas?

Esas son piezas del fenómeno mayor que sume al país en la bancarrota económica y la parálisis casi total. En el fondo, vuelve a resaltar la falta de transparencia en el uso de los recursos, lo cual aporta mucho margen para quienes creen que todo se debe, otra vez, al derroche y el descontrol.

Dos momentos no olvido de las intervenciones de Fidel Castro ante las cámaras de la segunda Mesa Redonda: su breve comentario sobre que algunos le habían solicitado que se fusilara a los tres operarios involucrados en la rotura de la planta Antonio Guiteras, y el otro, más extenso, referido a que nadie debe cuestionar que se haya destinado cuantiosos recursos para llevar adelante la denominada "batalla de ideas" en detrimento de necesarias inversiones en otros campos.

Sobre el primero vale sólo apuntar algo: hay que demostrar una profunda falta de respeto por la vida de los seres humanos para soltar ante millones de telespectadores una afirmación de esa índole. De demostrarse que existió alguna premeditación o intento de sabotaje, la lista de tumbas sin nombre por el paredón castrista habría crecido con la misma fuerza con que crece hoy la certidumbre de que el gas de este sistema es la propia gente que lo sufre.

Y en cuanto a lo segundo, no es necesario extenderse demasiado. Si el dogma muere de crítica, como apuntó Martí, es comprensible que Fidel Castro no tolere réplicas. Pero al menos debe saber que con todo derecho cuestionamos —y cuestionaremos siempre— en qué demonios invierte el dinero este régimen. Y más si albergamos bien fundadas razones para creer que con esos recursos se apuntala cada naufragio político de un sistema moribundo.

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