www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
Parte 2/3
 
Carta a Diego Grillo (I)
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Por ello rebatiré —y me batiré sin chocolate— esta ingenua frase encontrada en un libro escrito con seriedad, pero que al llegar a tu caso, suelta esta joyita: "Las noticias que se poseen de este primer pirata cubano son oscuras y confusas…". ¡Voto a Dios, por Belcebú! ¡Piezas de a ocho!

¿Cómo no iban a ser oscuras tus noticias, si portabas en el pellejo una color tirando a Pello el Afrokán, tal vez un poco más rebajado por la mezcla de padre español con madre africana? Lo de confuso es también explicable a la epidermis, y a circunstancias del paritorio y al piadoso bautizo. Con respecto a ese sacramento inicial, y en viendo tu vocación posterior, sospecho que el cura no te mojó la cabecita con el agua bendita, sino que te hundió en el lavamanos, dejándote varias horas en la pila bautismal. De ahí el amor al agua, a la flotación de la flota, y esa voracidad por los metales, esa inclinación natural a coleccionar cálices de plata y lingotes de oro.

En verdad, todo aparenta ser confuso. Ningún autor, por muy autorizado que esté, se pone de acuerdo en la fecha de tu nacimiento en San Cristóbal de La Habana. He leído, para mi sorpresa, que naciste entre 1555 y 1557. Eso sí es demorarse para parir una criatura.

Me lo explico pensando que, como tu señora mamá era esclava, cada vez que empezaba a romper aguas la mandaban a hacer cualquier trabajo: "Macusa, busca leña", y ella: "Perdóneme, amita su mercé, es que voy a parir un momento", y la dueña: "Negra haragana, puedes parir después. Busca leña y plancha la ropa del señorito". Y claro, entre haz de leña, y haz esto y lo otro, caía luego rendida en el catre y lo de expulsarte del útero lo iba dejando para el día siguiente, y así le dieron dos años, entre mulato y placenta. Hay veces que las cosas demoradas son más placenteras. Yo nunca he expulsado una placenta, pero sí una lombriz, y recuerdo que lo fui haciendo por etapas, marcando el calendario.

Esa demora en traerte al mundo es realmente extraña, porque la raza es la raza, y la oscuridad es alevosía. Con respecto a tu madre, no hay dudas: era africana y, al parecer, de raza negra; sin embargo, tu padre sigue siendo una especie de incógnita, pero una incógnita en español, que uno puede llegar a entender mejor. Lo que sí se conoce es que tu padrino, en esa especie de piscina o pila bautismal donde remojaron tu alma yoruba para convertirla en cristiana, era el capitán peninsular Domingo Galván Romero.

Y por ahí también saco también otros razonamientos: si quien bautiza es un Domingo, hay serias posibilidades de que a uno no le guste mucho el lunes. Y el lunes es laborable, así que por regla de Domingo y de tres, lo que se llama el curralo, la faena, el laburo, el curro, la pega, no estaban hechos para ti.

Como venías marcado por el signo de libra, aunque muy desequilibrado por condición esclava y los maltratos del dueño, libraste cuando se te dio la primera oportunidad. Y te hiciste palenquero, que es hacerse cimarrón —¿Cantabas, acaso, aquello tan barroso que dice: "El palenquero, mamá, el palenquero"?—. Huido y alzado, mas no de monte, sino cimarrón acuático, que de esa especialidad había pocos. Y con el pelo enrolado, te enrolaste muy niño o casi jovencito en una goleta. Por algún lado cifran que fue a los trece años cuando metiste juyuyo para los manglares, y allí, acaimanado, esperaste para chocar con tripulación bucanera de las hispanias, de aquellas que hacían terrorífico cabotaje por aguas antillanas. Me la juego al canelo que por ahí se trastocó tu apellido. De Diego Martín, a Diego Grillo, y malojero, por más señas.

Este es el momento bueno de la película. En una de esas incursiones, allá por Campeche o por Nombre de Dios, te apresó quien se iba a convertir en tu maestro, Francis Drake, por cuya cabeza los españoles pagaban su preso en oro. En aquel entonces, lugares como Campeche, Nombre de Dios, Kingston y Veracruz quedaban todos muy cerca, pero las autoridades migratorias, como oliéndose lo que iba a pasar unos siglos más tarde, decidieron alejarlos y hacerlos prácticamente inaccesibles a los naturales de la isla de Cuba.

Pido a nuestros queridos oyentes que no olviden el nombre amado y sonoro de Campeche —que no echa humo, pero suelta calcio—, pues será importante en esta, tu historia. Y ahora pasemos al primer tema musical de la noche, que será, casualmente, en inglés.

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