www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
Parte 2/2
 
Carta al Tocororo (I)
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Solamente hallé un rastro tuyito en regio disco de Arsenio Rodríguez, tresero despampanante, pero no me cuenta. Que Arsenio le cante a un tocororo o tocoloro no es constancia de que te haya visto.

He escuchado ese son saleroso y olé. Quedas muy mal parado y peor volado. Afirmo que te hacen talco, a pesar de la puñetera cornetica de Chappottín, el piano de Lilí Martínez y cierta intervención cínico quirúrgica de Miguelito Cuní, que cualquier aficionado a la música agradece. Pero un ornitólogo lo pasa mal, te lo juro. El coro repite diez veces seguidas —cadenciosamente, eso sí— machacando, una verdad que te pone a parir: "Tocoloro, pájaro que nunca vuela, tocoloro", lo que es irrebatible, porque eres un ave trepadora, como ciertos funcionarios, literatos, dirigenticos, disputados, imputados y gérmenes de esa ralea.

Cuando ya el conjunto supone que te han pegado al tronco, incrustándote a la corteza con ese sonsonete, entra Cuní para poner dos notas aclaratorias que tampoco te exaltan: "Tocoloro, pájaro que nunca anida" y "Tocoloro, pájaro que nunca chifla". Dos estribillos más tarde, entra el piano caliente de Lilí, que uno como que aplaude, porque da tiempo a que se te pase el mareo y te aferres más al tronco. En total te hacen 22 actos de repudio, sin contar las dos veces en que te acusan de no hacer nido ni chiflar. Pienso que ese es un canto subversivo, ofensivo, degradante para tu condición de ave nacional.

¿Hemos hecho símbolo del país a una mierda que trepa, que no vuela, que no sabe chiflar ni siquiera cuando le pasa una hembraza tocorora por delante, y que es incapaz de hacer un nido como Dios y Darwin mandan? Me siento frustrado. Si tenemos en cuenta que el árbol nacional es la palma real, una cosa larga que no da sombra, y de la que tienes que alejarte cuando truena para no morir fulminado por un rayo, ya me empiezo a explicar por qué tuvimos un presidente que solamente firmaba cosas que el otro Tocororo le ponía delante.

No me bastó. Ya lo comprenderás. Que nuestro pajarito natural solamente sirva para el turismo, y que haya otros pájaros más importantes, te otorga mal agüero. Y pensándolo bien, mirando bien el dominó, me huelo que el pájaro de mal agüero acomodaría perfecto. Pero mi natural patriótico —virus que intento combatir a toda costa, y si la costa es lejana, mejor— me obligó a buscar más cosas. Así me zambullí en la maleza hirsuta de la poesía, y fui capaz de llegar a los inicios iniciales —me da pena contigo, pero Guamá no dejó ningún texto—, a donde alcanzaba mi picarona mirada. Y hallé, sí, con mi mirada, miríadas de frutas y otros insectos volátiles, pero natilla jiménez sobre tu colorido.

Mira si mi interés es hondo que caí en el abismo poético, y retrocedí hasta el alférez Cristóbal de la Coba Machicao, de quien pensé que, con ese apellido, alguna coba habría de darte, por bien nacido en insulares tierras, pero no. Estaba más machucao que Machicao. El versificante alférez se dedica a alabar al canario, y no precisamente al que tiene el ojo tan negro y viceversa, cuando dice en un soneto: "Tan alto vuelas, pájaro Canario,/ que se pierde la vista en tu alto vuelo", que igual fue lo que le sucedió a Arsenio Rodríguez.

No satisfecho, me puse a trepar como tú, y a imitarte lastimeramente gritando: "to-co-lo-ro, to-co-lo-ro", sin resultados, cuando aguanté el aire y me sumergí en ese ladrillo que es nuestro Espejo de paciencia, sin resultado alguno. Su autor es prolijo en bichos silvestres, y le llena a uno el almacén de camarones, biajacas y guabinas. Habla muy bien del jaguará, el dajao y la lisa —que entonces era un municipio pequeño con olor a pescao—; y hasta dice textualmente: "de birijí cargadas y de jaguas", pero entre tantas guanábanas, gegiras y caimitos, no asomas el pico.

Para colmo, cuando describe a un habitante de la Isla, Martín García, cuenta que iba "con su pluma de gallo en el sombrero", y te excluye totalmente al describir en su pajarera metafórica que "cantarán sin dolor los ruiseñores,/ jilgueros, pentasilbos y abobillas". Tú resultas out por regla. Un fantasma.

No fue hasta el siglo XVIII tardío —que es como el principio del XIX pero con retraso guagüero— que Manuel de Zequeira y Arango, primer frutero poético del reino, perdió la posibilidad dorada de incluirte en otra larga enumeración censual, perpetrada al estilo de las silbas que acumulaban viandas, frutas y bicharracos, en interminables ejercicios laudatorios, y hacían parecer aquello, más que poemas, inventarios de fruticubas. En este caso, el Zeque hizo gala de una gracia afortunada y criolla, en unas décimas que son el antecedente directo del tema Pío mentiroso, cantado por el insigne Pío Leyva.

Pero eso te lo contaré en la siguiente. Veo que me pico y me extiendo. Me trepo y me canto a mí mismo, con un sonido similar a tu grito de garra, que no de guerra, que marca entre los graznidos más espeluznantes detrás del querequeté, la lechuza, las tabarras inflamadas de Hassán Pérez, el silbido del sijú —que hiela la sangre— y las consignas del Tocororo Macho cuando se le mueve la dentadura postiza y promete cosas nuevas.

Sigue tú trepando, con tus regios colores. Yo reviso desde el piso. En la próxima te aviso. ¡Mira que nombrarte a ti pajarito nacional, con tanto candidato que hay en el terreno!

Disgustado y poniendo huevos,

Ramón

1. Inicio
2. Solamente hallé...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Carta a la perrita Laika
RFL, Miami
Carta a Enrique Fontanills
Carta a Consuelito Vidal (II)
Carta a Consuelito Vidal (I)
Carta a Eduardo Abela
Carta a Daniel Santos (II)
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir