www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
   
 
Salir del impasse
Venezuela entre el chavismo y la oposición: ¿Se impondrá la moderación o el radicalismo?
por MARIFELI PéREZ-STABLE, Washington
 

La democracia genera ganadores y perdedores. A decir de la mayoría, Hugo Chávez sorteó fácilmente el 15 de agosto el revocatorio solicitado por la oposición. Sin embargo, la Coordinadora Democrática —la coalición de grupos opositores— insiste en afirmar que se perpetró un "gigantesco fraude".

H. Chávez
Chávez: el rostro del populismo.

Ante la ausencia de pruebas, la comunidad internacional —incluida la administración Bush— ha reconocido la victoria de Chávez, y si exceptuamos algún acontecimiento imprevisible, esta es la mano con la que toca jugar a la oposición, pues el fomento de la idea de fraude en el referéndum sólo conseguirá hundir aún más el liderazgo antichavista.

El atolladero en el que se encuentra la oposición es innegable. En 1998, Chávez se hizo con la presidencia a costa del moribundo sistema político venezolano. Una nueva constitución, una avalancha de decretos ejecutivos, la toma de la mayoría de las instituciones y las movilizaciones populistas consiguieron rápidamente afianzarlo en el poder. Ahora podría consolidar un dominio absoluto.

Puede entenderse, pues, el desánimo de la oposición, que había apostado todo lo que tenía a su victoria en el referéndum. Si dejamos a un lado la transparencia de la votación del 15 de agosto, está claro que Chávez se las ingenió para poner a su favor las reglas del juego político.

Si bien fue elegido democráticamente y ahora se ve ratificado, desdeña el pluralismo y pisotea los mecanismos de equilibrio de poderes. Entonces, ¿cómo va a ganar la oposición? No existen respuestas fáciles ni evidentes. Pero esto es precisamente lo que deberán idear los líderes nuevos o renovados. A menos que comprendan el camino que les condujo hasta el punto actual, me temo que no lo conseguirán.

La puerta de Chávez

La polarización de Venezuela antecede a Chávez. Antes de 1998, y durante un cuarto de siglo, la ira y la frustración horadaron el Estado, mientras el país imprudentemente se recostaba en los 300 mil millones provenientes del petróleo. Unos pocos consumían como si al otro día fueran, inevitablemente, a tener más de lo mismo; mientras otros muchos permanecían observando en los márgenes. Entonces Chávez abrió la puerta y los desheredados entraron, envalentonados por su recién adquirido sentido de derecho. ¿Puede la oposición comprender verdaderamente lo hondo de los sentimientos que unen a los pobres con Chávez?

Sin duda, la mayoría de los opositores son partidarios de la democracia liberal. Desafortunadamente, la oposición aún porta el estigma del abortado golpe de abril de 2002, impulsado por una minoría. Al recuperar el poder, Chávez pasó por la criba a los militares desleales. A fines de año, la huelga de dos meses en el sector del petróleo no sólo no consiguió derrocar a Chávez, sino que le brindó la oportunidad de tomar el control del petróleo estatal. La oposición entonces inició el referéndum con dos strikes, y se ponchó cuando la jugada no funcionó en las votaciones. Tras cada turno al bate, Chávez ha salido fortalecida.

Chávez es Chávez: un demagogo populista que prospera en la confrontación y se hace con más poder en cada ocasión. Es un comunicador extraordinariamente hábil, reparte dádivas entre los pobres y carece de la más elemental sensatez para programar el desarrollo. Sin embargo, realmente no puedo sugerir una breve descripción de la oposición, y quizá eso sea parte del problema. Si el venezolano de a pie se encuentra tan perplejo como yo, entonces el resultado del referéndum resulta menos sorprendente. De hecho, bien puede que muchos hayan votado al NO tapándose las narices.

Lo que no puede dar lugar a dudas es el significado del resultado del 75% del 15 de agosto. Sospecho que los más de diez millones de ciudadanos que votaron lo hicieron con la esperanza de que —sin importar el resultado— el referéndum les traería algo de paz y reconciliación. Y si nada de esto sucede, ¿a quién culpará la ciudadanía?

Un diálogo nacional de buena fe —es decir, con ambos bandos escuchándose honestamente a fin de dirimir sus diferencias— podría facilitar el impasse actual. Pero sólo si los que ganan la partida son los moderados de ambos bandos, se podría llegar a un diálogo de este tipo. Si los radicales se hacen de todo el poder —extendiendo la "revolución bolivariana" de Chávez a toda velocidad, o si los opositores se retiran del proceso político— Venezuela se enfrentará a una larga noche abismal.

Si fuera venezolana, habría votado por un fuerte SÍ. Votos como el mío, sin embargo, nunca conseguirían la victoria de la oposición. Para ello, los opositores deben realizar un riguroso balance que les permita salir a flote, abrir nuevos caminos y dejar a Chávez con la peor parte del juego democrático.

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